sábado, 1 de junio de 2013

Intelectuales

El ex-jugador y estrella de basquetbol Dennis Rodman, de dilatada trayectoria en la NBA y miembro del Hall of Fame, visitó recientemente Corea del Norte, donde se entrevistó con el dictador Kim Jong-un. El hecho fue categóricamente descalificado por los medios de comunicación, que lo nombraron como "raro, extraño, estrafalario y antipatriota." Tan es así que luego de una nota con el presentador televisivo George Stephanopoulos que fue calificada como “desastrosa,” decidió cancelar varias entrevistas.
La reacción de los medios no es para menos. Kim Jong-un es un dictador que comete graves violaciones a los derechos humanos, mantiene campos de prisioneros, somete a su pueblo al hambre y a necesidades de todo tipo y también, sin duda, ha matado personas inocentes.
¿Se puede establecer un vínculo entre este personaje y otros igualmente nefastos como Manuel Noriega, Saddam Hussein y Omar Kadafi, sólo por nombrar algunos? Sí. En todos los casos, estos personajes cuentan con diversos intelectuales que le hacen el juego, como Dennis Rodman en este caso, el cual quiere aparecer como el gran progresista que se opone a los intereses imperialistas de Estados Unidos.
¿Y qué es un intelectual? El renombrado autor británico Paul Johnson, quien suele tener una visión crítica sobre ellos, afirma que son “tan irrazonables, ilógicos y supersticiosos como cualquier otra persona.” Rodman es el payaso de la generación del Dream Team del basquetbol americano, el que se teñía la cresta del cabello de color zanahoria, luego de amarillo y luego de rosa. Y como para que no queden dudas de que la definición de Johnson le cuadra perfectamente, hasta grabó un disco de rap. Esos son sus antecedentes académicos. Y ahora va a Corea del Norte a hablar con el dictador.
Estos intelectuales de ocasión, en su afán por mantener su imagen de progresistas revolucionarios imbuidos de sensibilidad social, se dedican alegremente a apuntalar regímenes dictatoriales de indescriptible crueldad y violencia. En Buenos Aires, durante la guerra del Golfo Pérsico, los intelectuales de los corillos de café de la calle Corrientes se reunían frente al Congreso Nacional para gritar "¡Viva Saddam!” Un episodio que borraron convenientemente de su memoria.
A los intelectuales les agrada personalizar estos conflictos a favor de países que no son capitalistas. ¿Por qué? Porque es su oportunidad de demonizar el capitalismo. Al hacerlo, quedan garantizados como héroes progresistas. Pueblo contra oligarquía, patria contra corporaciones, es la pantalla que les interesa mostrar.
Hace unos días se conoció un comunicado de Carta Abierta en que dicha organización rechaza indignada las denuncias de corrupción y enriquecimiento ilícito, atribuyéndolas a una maniobra de la derecha reaccionaria para deslegitimar a un gobierno nacional y popular.
¿Cómo explicar, entonces, el enriquecimiento de Lázaro Báez, quien acumuló una fortuna sideral desde 2003? Cuestionado al respecto, el profesor Ricardo Foster se enojó y reclamó que no le preguntaran más sobre Báez y su insólita fortuna y que lo hicieran, en cambio, respecto de la obra “progresista” del kirchnerismo. Una manera de decir: el fin justifica los medios. Lo importante es el acatamiento visceral, la ciega sumisión al líder, al “gran conductor,” al “duce” y negar lo evidente o supeditarlo a lo que consideran el justo orden social. ¿Qué importa si hay fortunas que no tienen explicación, si la inflación sigue devastando el bolsillo de los trabajadores, si hay góndolas vacías en los supermercados, o si en el caso de Corea del Norte, hay 200.000 presos políticos en los campos de concentración?
Para los intelectuales, las ideas son más importantes que los individuos. Justifican cosas terribles que pasan porque intentan adaptar a la gente a las limitaciones de su pensamiento. Creen que sólo ellos saben cuál es el bien de los demás.
“A Kim le encanta el basquetbol, como a Obama,” comenta Rodman. Ya está: a Kim le gusta el basquetbol y no es capitalista. Desde la óptica de un intelectual, eso le justifica todo y lo hace un líder nacional y popular.

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