lunes, 9 de septiembre de 2013

¿Qué culpa tiene el Sargento García?

Henry Calvin era el actor que representaba al "Sargento García" en la inolvidable serie televisiva El Zorro. En julio de 1973, en ocasión de una visita a la Argentina junto con su ex-compañero Guy Williams, fue ovacionado por la multitud de niños y adultos, familias enteras, que lo aguardaban en el aeropuerto de Ezeiza, ya que este personaje siempre fue muy querido en nuestro país.
Por ese motivo, resulta particularmente irritante que una agrupación de adictos al gobierno kirchnerista (de cuyo nombre no quiero acordarme) utilice su imagen para desprestigiar a un periodista que está llevando a cabo investigaciones de corrupción que salpican a la actual administración. El panfleto circula por Internet y contiene un fotometraje que lo representa como el sargento de la serie, y acompaña recientes declaraciones de dicha agrupación en las que se afirma que este periodista desea "que le vaya mal al país" y que es "amigo y vocero de los fondos buitres."
Una vez más, vemos a un gobierno empecinado en aferrarse a su visión histérica y paranoica de que el periodismo independiente es una conspiración en su contra. El gobierno de la década ganada insiste en atribuir todos los males bajo el sol a inicuas conspiraciones corporativas, siempre certeras e infalibles, por medio de las cuales se exacerba la división con su ingrato pueblo. El pueblo, lejos de agradecer el crecimiento de los últimos diez años, se forma opiniones negativas. Lejos de agradecer el crecimiento de la inflación, de la inseguridad, de la marginalidad, de la malversación de fondos, del cepo cambiario y del deterioro institucional, el pueblo sólo exige soluciones a estos factores, y miran televisión y se informan, y hasta tienen la desfachatez de ir al kiosko a comprar el diario Clarín.
El periodismo no crea los hechos. Los investiga, analiza, informa y critica. Si esa investigación, análisis, información o crítica es desfavorable al gobierno, el ciudadano se forma una opinión. Si esa opinión, al convertirse en el voto que se deposita en las urnas resulta políticamente letal para el régimen de turno, es porque el periodismo, al margen de los errores que pudo cometer, ha sabido transmitir la realidad. El reportero, como su nombre lo indica, reporta lo que sucede, y eso significa que estaba haciendo bien su trabajo.
El país vive una realidad que ya es imposible de ocultar, tergiversar o distorsionar. A las irregularidades mencionadas debemos agregar la persecución a opositores empleando recursos del estado, el avasallamiento de la justicia, el empeño por encubrir a altos funcionarios sospechados de actos corruptos y criminales, las inundaciones y tragedias ferroviarias causadas por desvíos de fondos destinados a obras de infraestructura, la desatención a jubilados, y sigue un largo etcétera.
Por eso, es necesario reflejar y difundir fielmente la realidad. Es necesario que los profesionales del periodismo se muevan cómodamente para hacerlo. Pero para eso es imprescindible nuestra opción de elegir en libertad. Somos nosotros quienes hemos de decidir en qué medio o periodista vamos a confiar para ejercer nuestro derecho a estar bien informados. Luego, pretender que un gobierno haga esa elección por nosotros es una ofensa a nuestra inteligencia.
Tal vez el gobierno haría mejor en tratar de resolver nuestros problemas. Tal vez el gobierno debería abandonar la guerra santa contra las corporaciones y el diario Clarín. Tal vez lo mejor sería que en estos dos años que le queda al kirchnerismo en el poder, no le vuelva el rostro a los hechos que la prensa refleja y difunde. El relato de los medios oficialistas, que más que relato es puro cuento, no tiene la menor vinculación con la realidad. Ese es otro factor que el ciudadano percibe, y ante el cual también se irrita.
Tal vez, entonces, el gobierno haría bien en asumir su responsabilidad por sus errores de gestión, por los graves hechos que aquejan al país. El periodismo no fragua la realidad: sólo la refleja.
Por el contrario, es la nube de complacencia periodística del oficialismo la que burdamente pretende instalar su cuento.          

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