viernes, 6 de junio de 2014

El Día-D más 70 años

El 6 de junio de 1944 fue el día más largo, la vuelta de bisagra de la historia expresada de manera dramática por Winston Churchill y su inmortal sentencia: "Jamás nos rendiremos." Palabras que esa madrugada cobraron un sentido que perdurará para siempre.
La Operación Overlord, la hazaña del Día-D, ejecutada por sorpresa y en la que se empeñó un enorme esfuerzo bélico, marcó el principio del fin del dominio nazi en Europa.
Entonces se había reunido, en el más absoluto secreto, un ejército de cientos de miles de hombres en Inglaterra. Los ingleses y los norteamericanos que habían cruzado el océano Atlántico se reunieron para invadir el continente que estaba bajo el dominio de Hitler. Todas las capitales –París, Viena, Varsovia, Bruselas, La Haya, Budapest, Belgrado, Praga, Bucarest, Oslo, Copenhague- tenían la cruz svástica.
De pronto, en Normandía, el mar se cubre de barcos y desembarcan las tropas aliadas. El cielo se pone negro de aviones. Llueven paracaidistas. La invasión se derrama arrolladora, y ningún contraataque alemán pudo ya parar el avance de aquellos soldados. Los ojos del mundo estaban puestos en ellos por medio de las tecnologías disponibles: los diarios, el cine y la radio. La invasión se implementó sobre las cinco playas conocidas como Utah, Gold, Sword, Omaha y Juno. En las tres primeras, los aliados no encontraron mayor resistencia, pero en Juno y en "la sangrienta Omaha" tuvieron lugar encarnizadas batallas. Eisenhower, comandante supremo de las Fuerzas Aliadas, dirigía a casi 3 millones de soldados. Más de la mitad de ellos eran estadounidenses; las tropas británicas y canadienses sumaban alrededor de un millón de efectivos, y también había combatientes franceses, polacos, checos, belgas, noruegos y holandeses. Al caer la noche del 6 de junio había 150.000 soldados de las Fuerzas Aliadas en las costas del continente europeo y miles más en camino. Quienes lucharon en las playas ese día cambiaron el curso de la historia.
Y así, imparables, los aliados avanzan sobre Hitler hasta que, en 1945, queda acorralado en el edificio de la Cancillería de Berlín. Para entonces, también se había producido el avance de Rusia y Hitler queda atrapado entre los americanos que embestían por el Oeste y los rusos por el Este. Acosado simultáneamente por ambos frentes, el Fürher finalmente ve derrumbarse el edificio de la Cancillería y muere aplastado como una rata dentro de su propia ratonera.
Fue así como las fuerzas de la libertad le devolvieron la libertad a Europa. Ese fue el sentido de Normandía.
En la casa del mariscal Rommel, en Herrlingen, Alemania, sonaba el teléfono. Llamaba el jefe de su Estado Mayor para hacerle un resumen de la invasión.
Rommel lo escuchó horrorizado, y aunque estaba claro que aún quedaban por delante meses de lucha, sabía que el juego había terminado. Todavía no eran las 12 del mediodía y el día más largo de la historia ya era historia. La suerte estaba echada. Las cartas ahora jugaban para los aliados. Por un capricho del destino, el poderoso mariscal alemán no estuvo en la línea de fuego durante la batalla decisiva. El 6 de junio era el cumpleaños de su esposa y quiso estar en su casa con ella. Lo único que atinó a decir fue “¡Estúpido de mí! ¡Estúpido de mí!”
Para unos 2.500 soldados estadounidenses, británicos y canadienses, aquel día de gloria fue el último. La batalla de Normandía terminó al final del verano de 1944. En la actualidad, los restos de más de 100.000 soldados que murieron a lo largo de ese verano yacen en 27 cementerios.
Seis semanas después del Día D, un grupo de conspiradores intentó matar a Hitler, pero fracasaron. Rommel, acusado falsamente de estar involucrado en la conjura, se suicidó envenenándose para evitar el juicio y salvar a su familia de las represalias.
Entre los sobrevivientes del Día D se encontraban Bill Millin, el gaitero británico que acompaño el desembarco en la playa Sword. Después de la guerra se convirtió en enfermero y se radicó en Devon, Inglaterra. Millin falleció en 2010.
El comandante alemán Werner Pluskat, quien sobrevivió al combate de la playa Omaha, recibió órdenes de regresar a Alemania, donde más tarde sería tomado prisionero por los norteamericanos. Fue liberado al finalizar la guerra y dirigió una empresa de cemento alemana. Murió en 2002.
El teniente coronel Terence Otaway recibió la Orden del Servicio Distinguido por la toma de la batería antiaérea de Merville, en la playa Sword, y llegó a ser un empresario exitoso en Surrey, Inglaterra. Otaway decía que el Día D “no sólo fue la clave para la liberación de Europa, sino también el día en que las dispersas fuerzas aliadas se convirtieron en una máquina cohesionada. La OTAN y todas las alianzas occidentales actuales le deben su existencia.” Falleció en 2006.
Lo que siguió a Normandía fue la apoteósica liberación de París y la llegada triunfal de los aliados a Berlín. La guerra terminaba. Después de seis largos y peligrosos años, Europa volvía a conocer la paz.
La reconstrucción de Europa fue hecha por los mismos europeos, pero también por los americanos. Fueron manos americanas las que reconstruyeron Monte Casino en Italia, la Catedral de Reims en Francia, o una plaza de Varsovia o un teatro de Berlín. Y la historia da una vuelta completa. Comienza un nuevo tomo de una gran enciclopedia: la historia de Europa.
Finalmente, el Plan Marshall es la mano de América que se tiende a Europa para que se levante de nuevo y camine.
Se cumplen 70 años de ese acontecimiento crucial: el desembarco de los aliados en Europa, el primer paso para liberar el continente de la ocupación nazi.
Hoy quise recordarlo no sólo como la batalla trágica pero a la vez heroica que fue, un relato desgarrador del enfrentamiento entre hombres, sino también como la vuelta de bisagra al significar el principio del fin de un capítulo negro de la historia y salvar al mundo para la civilización.

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