lunes, 12 de noviembre de 2012

La clase media va al Obelisco

Cae la tarde. Grupos al principio pequeños comienzan a congregarse en los puntos de convocatoria, Santa fe y Callao, y Corrientes y Pueyrredón. Tienen banderas argentinas, pancartas y hacen batir sus cacerolas. Entonces, empiezan a marchar hacia el Obelisco. Cantan consignas, hacen palmas, y nadie parece estar enojado, tenso o nervioso. Más bien, las expresiones son distendidas cuando el termómetro marca más de 30 grados en el infierno de la ciudad de Buenos Aires. Llega la noche y la visión es impresionante: la Plaza de la República está rodeada por columnas que se extienden por Corrientes y 9 de Julio rodeando el monumento más emblemático de la ciudad, testigo de la mayor protesta realizada hasta ahora contra el gobierno kirchnerista.
¿Quiénes son? No es fácil contestar esa pregunta. Esta manifestación, con un montón de gente marchando en forma espontánea y blandiendo consignas diversas, fue plural y heterogénea. Cualquier definición encerraría un grado tal de generalización que se prestaría demasiado a simplificaciones, dando paso a ambigüedades, confusión o incluso tergiversaciones. Sin embargo, no podríamos agrupar a la marea humana movilizada tras el código 8-N con otro rótulo que no sea "clase media."
¿Y qué es la clase media? No es fácil contestar eso, tampoco. Históricamente, podemos decir que es el motor del país. Nos referimos a ese segmento heterogéneo que suma, por lo menos, el 60 por ciento de la población argentina. Descendientes de inmigrantes, nuestros abuelos y bisabuelos que venían en busca de una vida mejor, atraídos por el modelo que los constituyentes liberales impulsaran luego de Caseros. Ese modelo tan exitoso que organizó el país, le dio impulso y continuidad e hizo posible, justamente, esa movilidad social ascendente que lo convirtió en la séptima economía mundial hasta la tragedia del golpe de estado de 1930, a partir del cual la historia nacional se escribe en términos de decadencia.
La clase media argentina es, antes que nada, un imaginario colectivo, un lugar de pertenencia que ordena y tranquiliza, que construye sentido, que asegura un mínimo de identidad y coherencia. La Argentina está entre los países que más se autoidentifican con la clase media, y según clasificaciones de clases, con mayor presencia de clases intermedias, entre asalariados y autónomos. El gráfico actual de la clase media incluye no sólo empleados en relación de dependencia, sino también profesionales, productores y comerciantes urbanos, proveedores de servicios y empresarios, pero no precisamente de los más grandes. Por lo pronto, hay una "exitosa abogada" cuyo patrimonio asciende a 80 millones de dólares que no fue a la marcha.
Y a pesar que no faltaron las estigmatizaciones a los manifestantes y la banalización de sus reclamos, lo cierto es que los mismos ya no pueden ser desoídos. Las pancartas hablaban bien claro: no a la corrupción, no a la inseguridad, no a la inflación, no a la re-reelección, no a las mentiras del Indec.
La marcha del 8-N debiera ser motivo suficiente para que el gobierno revea sus políticas, el rumbo en el que está llevando el país, pero lamentablemente, la presidenta Cristina Kirchner sigue en un aislamiento rayano en el autismo. Para ella, la agenda del día fue el congreso del partido comunista chino.
Lo que significó el 8-N fue el punto de partida de un nuevo país, un país más fuerte basado en instituciones republicanas sólidas y transparentes luego del "fin de luto" presidencial. En qué va a consistir es algo que nadie puede predecir por ahora, pero una cosa es segura: se va a acabar la soberbia, la arbitrariedad y el delirio con que nos han estado sometiendo hasta ahora. Como una digna continuidad del 13-S, el pueblo argentino ha dicho "basta" al país del relato oficial. Hay un reclamo a la política, además del gobierno, por no representar claramente una alternativa. La cuenta pendiente, entonces, es que las fuerzas opositoras se constituyan como tal para ofrecer al ciudadano una alternativa viable que logre canalizar los reclamos y necesidades de un pueblo que se ha puesto de pie.


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