jueves, 1 de mayo de 2014

Hay que pasar el invierno

La plaga de la inflación no se agota en sus efectos inmediatos, como el menor poder adquisitivo, la mayor pobreza y el aumento de la conflictividad social. Es un virus tan pernicioso que exige tomar medidas radicales y, por lo tanto, impopulares. Esa es la carga que le espera al próximo gobierno. Pero aún le quedan casi veinte meses al gobierno actual y, como es su costumbre, se limitará a combatir las secuelas de los males, no sus causas. Su retórica populista y complaciente seguirá versando sobre la guerra santa contra las corporaciones y el diario Clarín. El verdadero tratamiento quedará para quien asuma la presidencia el 10 de diciembre de 2015. Una vez que el proyecto “Cristina eterna” recibió su lápida y el relato que emana todos los días de la Casa Rosada transita sus últimos tramos, queda abierta la puerta para la próxima fase de la historia.
El nuevo gobierno empezará así de la peor manera. Desde el inicio, deberá pagar el enorme costo político de hacer un ajuste impopular, que sólo producirá resultados con el paso del tiempo. La fórmula inversa del manual kirchnerista de supervivencia política, en cambio, consiste en no pagar jamás un costo y postergar hasta el infinito la solución verdadera de los problemas.
La verdadera receta consiste en la reducción del gasto público desbordado para así limitar la emisión monetaria que es la causa de la inflación. Por lo tanto, tendrán que desaparecer subsidios, dádivas y programas del estilo de "Fútbol Para Tapar Todo." Acaso, reducir la cantidad de empleados en todos los niveles de la administración pública. Eso no le gustará a la Cámpora, ya que sus miembros, sus amigos, los amigos de sus amigos, y los amigos de los amigos de sus amigos son los que ocupan los cargos. ¿Habrá, tal vez, que reprivatizar empresas estatizadas en los últimos once años? Esas empresas no se mantienen por arte de magia sino que son una carga para el contribuyente. Los números no mienten. Si no se paga hasta el último centavo del déficit, éste no cerrará. Pero los próximos gobernantes serán blanco de la demagogia y la crítica fácil. Se los tachará de reaccionarios, traidores a la patria y agentes del imperialismo yanki.
La década ganada es el corolario de las siete décadas perdidas que comenzaron en 1945 cuando el lema era “los dólares no se comen” y que significaron el retroceso de la entonces séptima economía mundial hasta caer en el pantano del facilismo demagogo en el que hoy se encuentra con las consecuencias que todos conocemos y que sería redundante enumerar aquí. En la actual situación, sería bueno intentar otras políticas.
Esas otras políticas serían el ajuste fiscal, el desarrollo de planes energéticos, la restauración de la independencia judicial y el desmantelamiento de la red de obsecuencia mediática oficialista, sólo por nombrar algunos factores que serían muy positivos para la recuperación de la calidad institucional. Son medidas, como dije, que tienden a ser impopulares y que sólo arrojarán un resultado con el paso del tiempo, pero como decía Álvaro Alsogaray, “hay que pasar el invierno.”
Hace ya muchos años, la reina María Antonieta inmortalizó la frase “si no tienen pan, que coman torta,” y perdió la cabeza. Dos siglos más tarde, Néstor Kirchner dijo, “¿Qué te pasa, Clarín? ¿Estás nervioso?” Y él también se fue de este valle de lágrimas. Es como para pensar que las sentencias formuladas desde el poder tienen consecuencias fatales.
Si al próximo presidente argentino se le ocurre poner en práctica la consigna de Alsogaray, espero sinceramente que no haya nada que lamentar.

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