jueves, 2 de octubre de 2014

El populismo es al pueblo lo que la demagogia es a la democracia

Los problemas de recesión, inflación y destrucción de empleos en el sector privado no solamente no tienen visos de solucionarse sino que se agravan en la medida en que el gobierno no parece estar dispuesto a rectificarse. Por el contrario, el gobierno se aferra a sus más duras tesituras de intervencionismo, de querer controlar todos los aspectos de la vida de los ciudadanos. Por ejemplo, nos sorprenden los nuevos requisitos que se han de implementar para ejercer el simple derecho ciudadano de salir del país. Hay una increíble lista de 32 ítems que van desde el itinerario competo del viaje hasta la cantidad total de pasajeros del vuelo. (?) NI a George Orwell se le ocurrió eso.
Al gobierno le queda algo más de un año para seguir destruyendo la Argentina y no hará absolutamente nada por cambiar el rumbo. El presupuesto para 2015 prevé la incorporación de 13.000 nuevos empleados públicos que, sumados a los ya existentes, absorberán un tercio del presupuesto proyectado. La actividad privada, fuente genuina de crecimiento y desarrollo, estará completamente diezmada a la espera del próximo gobierno. Es decir que hay que esperar la estocada final de la economía sólo porque se deben respetar los tiempos de una democracia que en los hechos es una dictadura retrógrada. El kirchnerismo nos deja un país virtualmente asilado del mundo, en default, y con un estado gigante y deficitario. Todas las condiciones están dadas para que el próximo gobierno lleve las de perder y empiece a recibir los embates desestabilizadores de la Cámpora. Macri es el verdadero opositor. Pero el único que puede salir de ese encierro es Massa, ya que tiene una estructura de alianzas de base que de la que Macri lamentablemente carece.
Massa, en el caso de convertirse en el nuevo presidente, podría desarticular el poder kirchnerista con su propia estructura de poder. Y tendría que hacerlo en su primer período sin esperar la reelección. Pero si no tiene el coraje y la voluntad política de hacerlo, se convertirá en una continuidad del poder K con todo lo nefasto de este estilo de gobierno durante la era Cristina.
De todos modos, como ningún candidato tiene asegurado el triunfo en primera vuelta, tendría que buscar el respaldo de otras fuerzas para transformar propuestas en políticas, que a su vez requerirán de reglas e instituciones claras para hacerlas perdurables. Esto implica recuperar valores, volver a apostar a la cultura del trabajo, poner fin al gasto discrecional, terminar con la confrontación, premiar la educación, tener leyes articuladas con la seguridad y la lucha contra el narcotráfico y terminar con la cultura del clientelismo.
A todo esto, ¿cuál es la actitud de los acólitos del régimen? La autodenominada agrupación “Carta Abierta” que reúne a intelectuales afines al kirchnerismo, publicó un texto en cual plantea la necesidad de mayor control público en la economía. También afirma que el "camino recorrido" es sólo el tramo inicial de un proyecto que "hoy necesita y quiere afirmar y radicalizar formas de intervención pública para poner límite a los procesos de concentración económica." Son las recetas de carácter populista que nos llevaron al caos que hoy nos rodea, lejos de las mencionadas condiciones de claridad y estabilidad institucional, y que representan ideologías trogloditas ya enterradas.
Y así, la Argentina va en camino de convertirse en una nueva Venezuela. Ese es el “camino recorrido,” con el agravante de que ese país disfruta de un fluido de divisas continuo por la entrada de petrodólares, mientras que el proceso agropecuario es mucho más complicado con un sinfín de variables que pueden tornarse en contra. Venezuela accede a sus riquezas en forma casi inmediata, mientras que en Argentina el precio de la soja va a valer el año que viene un tercio menos de lo que vale ahora. Es que en realidad, el gobierno nunca asume sus errores y sigue firme en su tesitura que tan bien conocemos de atribuir todos los males bajo el sol a conspiraciones internas o externas.
Si la Constitución fuera realmente un texto válido y se llevara a la práctica, habría un poder legislativo y un poder judicial que controlarían al ejecutivo y, por lo tanto, no permitirían una desviación tan grande de los principios republicanos. Pero lamentablemente estamos en una distorsión tan grande de los hechos que el ciudadano está indefenso a merced de los caprichos de la camarilla gobernante; y al cabo de doce años de demagogia populista nos encontramos con una república sin instituciones ni ciudadanos y una democracia desvaída. El populismo es al pueblo lo que la demagogia es a la democracia. El resultado es la negación del ciudadano como tal y la entrega misma de la nación a los intereses del poder de turno. Debemos replantearnos si vivimos en una democracia o es simplemente una mascarada que esconde una verdadera tiranía signada por la corrupción.

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