martes, 21 de octubre de 2014

Vacío de poder en Irak

Hillary Clinton sostiene que Obama facilitó el crecimiento del grupo radical suní Estado Islámico o ISIS por retirar todas las tropas estadounidenses de Irak en 2011 y no suministrar una ayuda mayor para los grupos moderados opuestos al presidente Bachar el Assad en Siria.
Aunque no simpatizo con el partido demócrata norteamericano, no dejo de reconocer que ese punto de vista es muy razonable, ya que los Estados Unidos tendrían que haber mantenido apenas alguna fuerza en Irak a pesar de la oposición, pero los réditos políticos y el dinero de los contribuyentes pesan, los políticos se mueven en consecuencia y Obama no es la excepción.
La brutal agrupación Estado Islámico, culpable de crímenes de lesa humanidad, se formó en Irak luego de la invasión de 2003. Este grupo, basado entre Irak y Siria, se formó con cuadros de la agrupación Al- Qaeda. El actual líder del grupo, Abu Bakr al Baghdadi, llegó a la conducción de al Qaeda en Irak cuando unidades de élite de los Estados Unidos mataron a los dos principales líderes de este grupo en 2011. A pesar de que la agrupación centraba entonces sus esfuerzos en derrocar a Assad en Siria, su base financiera permaneció en Irak y dio origen al ISIS. Si Obama hubiese otorgado mayores cantidades de armas a los grupos más moderados de la oposición en Siria, el ISIS probablemente no sería hoy tan fuerte. Esta ausencia de una estrategia global fue la que produjo un vacío de poder, aprovechado por los grupos más radicalizados. Cuando el ISIS invadió recientemente Irak, desarmó al mejor equipado ejército iraquí y lo puso en retirada como resultado de que nadie le había impedido que se apodere de armas y se entrene. Esas fueron las consecuencias de la inacción de Obama, su falta de estrategia y de ayuda para los grupos moderados de la región.
En realidad, esa inacción obedece a la política del apaciguamiento. Algunos analistas afirman que el intervencionismo original de George W. Bush ha llevado a la radicalización islamita tanto de Irak como de Siria, y que más intervención estadounidense sólo conducirá a más de lo mismo. La consigna, entonces, es complacer a los grupos beligerantes para evitar su furia y, por consiguiente, sus terribles actos de barbarie.
¿Logrará asegurar la paz esta política basada en el apaciguamiento? Difícilmente. De hecho, corre el riesgo de tener un efecto inverso. Porque el enemigo, convencido de que nadie le hará frente, se sentirá envalentonado para efectuar ataques cada vez más decisivos. Ceder ante el enemigo que se expande, como está cediendo Obama, no es asegurar la paz. Al contrario, es acrecentar el peligro de guerra, porque ante la actitud de retroceso y apaciguamiento, hasta los enemigos más moderados se sentirán incentivados para lanzar el golpe final. Y el terrorismo es un enemigo de todo menos moderado. Hacerles creer, pues, que uno es incapaz de reaccionar es incitarlos a atacar. Obama debería seguir el consejo de su correligionaria Hillary y revisar sus estrategias. Lejos del retroceso y del apaciguamiento, la actitud frente al enemigo debe ser enfrentarlo sin concesiones.
Nadie quiere la guerra. Todos queremos la paz. La diferencia es que algunos creen que apaciguando al enemigo se logrará la paz y otros piensan que la única manera de apaciguarlo es ser superiores a él. El tiempo dirá quién tiene razón.
El dramaturgo español Jacinto Benavente decía que el enemigo comienza a ser peligroso cuando comienza a tener razón. Obama causó un vacío de poder en esta región tan candente del planeta con su decisión de retirarse en 2011 sin presentar una política o una estrategia alternativa. Si el Estado Islámico es tan feroz como Al-Qaeda, o más aún, ¿qué sucederá ahora si ese vacío continúa profundizándose?

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