martes, 1 de junio de 2010

La ley de la oferta y la demanda

A pesar de las teorías estatistas según las cuales las leyes del mercado pueden ser vulneradas por disposiciones del gobierno, no existe sustituto más idóneo que la ley de la oferta y la demanda para establecer el precio de determinado producto o servicio. Todo productor, vendedor o comerciante desea aumentar efectivamente sus ganacias. Sin embargo, nadie puede aumentar un precio por encima de lo que el mercado está dispuesto a pagar, pues corre el riesgo de no vender nada. La gente se indigna si detecta un aumento en el precio de un producto en el supermercado, pero en vez de pagar ese aumento y esperar que la oferta supere a la demanda y el precio vuelva a bajar, en vez de esperar a que el mercado presente su alternativa, la gente le pide al estado que intervenga. El estado accede, presuroso y complaciente. Y si es un año electoral, lo hace más presuroso y complaciente todavía. El estado establece un control de precios. En realidad, no es control de precios sino de personas. Los que sufren la humillación de ver sus vidas controladas por el estado no son los precios, son las personas. Ahora bien, ¿qué sucede entonces? El producto en cuestión comienza a desaparecer de las góndolas, porque nadie tiene interés en producir algo si van a obligarlo a que lo venda por menos del precio establecido por el mercado. No sólo comienza a escasear, sino que disminuye su calidad, pues la escasez creada habrá acicateado la demanda y no habiendo libre competencia, al vendedor no le interesa mejorar su producto. Finalmente, el precio "congelado" comienza a elevarse autorizado por el propio estado que lo congeló, y la gente termina pagando más de lo que habría pagado si de entrada hubiera aceptado el precio con aumento impuesto por el libre juego del mercado. Estos son los efectos de la distorsión de la economía por parte del estado.
Si a un productor de naranjas se le ocurre aumentar el precio a mil dólares el kilo y encuentra quien se las compre, quiere decir que ese precio es correcto según la ley de la oferta y la demanda. ¿Eso significa que todo el mundo tendrá que pagar a tan alto precio las naranjas? No, porque ese precio tan alto será un incentivo a que surjan otros productores y vendedores que le harán competencia al primero, y al aumentar la oferta disminuirá la demanda y bajarán espontáneamente los precios. Salvo, claro está, que el individuo que vendía el kilo de naranjas a mil dólares sea un funcionario del estado. Porque en ese caso, con toda seguridad, se creará por decreto una Secretaría Nacional de Frutas y Cítricos que intervendrá en cada detalle de la producción, almacenamiento, distribución y venta de las mismas y entonces sí, el que quiera naranjas deberá pagar cualquier cosa por ellas.
En última instancia, si se quiere, hay que elegir el mal menor. Y hasta ahora, en toda la historia de la humanidad, nada ha demostrado ser más eficaz que el mercado libre y su piedra angular, la ley de la oferta y la demanda, si de asegurar el progreso de un pueblo se trata.

No hay comentarios:

Publicar un comentario