jueves, 12 de agosto de 2010

La inflación

La estabilidad de una moneda y la confianza en el valor de la misma no se consiguen por decreto sino por administraciones honestas y responsables que se desempeñen de esa manera a través del tiempo: honesta y responsablemente. La ley de convertibilidad, sancionada por el gobierno de Menem en marzo de 1991 y puesta en práctica a partir del año siguiente con la conversión del austral a peso, exigía la existencia de respaldo en reservas de la moneda circulante, por lo que se restringía la emisión de papel moneda al aumento de tales reservas en el tesoro nacional. Oportunamente, fue una estrategia apropiada para salir del atolladero causado por un sistema que llevaba cuatro o cinco décadas de existencia y que se encontraba completamente agotado. Ese sistema, mantenido por los más diversos gobiernos, estaba basado en la emisión discrecional de papel moneda para solventar los gastos del estado y sostenía una economía regimentada y autoritaria por sobre una economía de libre mercado. La política realizada por el menemismo consistió, a grandes rasgos, en reemplazar la planificación burocrática y compulsiva de las actividades económicas por el ordenamiento que prevee el mercado, transferir las redes de servicios públicos de la esfera estatal a la privada y reemplazar la mencionada política de emisión monetaria por un manejo del crédito y la moneda que asegure la estabilidad. La puesta en práctica de esta política requirió y condujo a la privatización de las empresas del estado, la desregulación de las actividades económicas, la limitación del estado empresario, la eliminación o reducción de aranceles y la abolición de monopolios y suspensión de privilegios de todo orden, incluso los de orden sindical.
Ahora bien, hay otras cuestiones igualmente derivadas de la acción del gobierno menemista que es imposible desvincular del mismo. Las demoras y falencias inaceptables en la administración de la justicia y los innumerables casos de fraude, escándalos y corrupción que, dolorosamente, se registraban en las más altas esferas, fueron factores totalmente negativos que castigaron enormemente al país. A mediados de 1989, la situación del país no podía ser peor: la hiperinflación consumía el fruto del esfuerzo de los trabajadores, había saqueos a los supermercados y tasas de interés delirantes impedían toda actividad económica que pudiera ser auténticamente productiva. El presidente Raúl Alfonsín se vio obligado a abandonar el cargo casi seis meses antes de lo previsto debido a la gravísima situación imperante. Carlos Menem llegó al poder con una misión que la sociedad le había encomendado implícitamente. Esa misión era llevar a cabo una administración austera y responsable, recortar los gastos del estado, racionalizar las funciones del mismo y atender las necesitadas áreas de salud y educación. En ese momento tan crucial, los liberales entendimos que nuestra doctrina era la indicada para el logro de dichos fines y por eso fue que la defendimos fervorosamente.
Sin embargo, no se llegó a nada. Todo lo que pudo considerarse como logro quedó opacado por los mencionados hechos negativos y el resultado final fue un pueblo condenado a la postergación. Menem tuvo una oportunidad. La desaprovechó. En cambio, se hizo rodear de una runfla de burócratas obsecuentes y oportunistas que le dieron la espalda al pueblo desde el primer minuto, condicionando así uno de los períodos más corruptos de la historia.
Además, los liberales no pueden pretender ver sus ideales reflejados en la gestión menemista. La tradición de populismo, a la que tan denodadamente se opone todo buen liberal, no sólo prosiguió intacta sino que se reforzó durante el gobierno de Menem. En efecto, con el fin de reducir el asfixiante estatismo, se realizaron las privatizaciones, pero en forma aparejada, la convertibilidad peso-dólar debió su existencia al monstruoso aumento de la deuda externa que la solventó. Misma deuda externa que hasta hoy, con Cristina Kirchner, sigue creciendo.
Mientras rigió la convertibilidad, no hubo inflación por la simple razón de que no se emitió papel moneda, tal como estaba previsto. Al salir de la misma, los sucesivos gobernantes volvieron a ejercer discrecionalmente la facultad de emitir y los resultados están a la vista. El futuro de la economía argentina es tan incierto como el destino de un iceberg.

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