viernes, 1 de abril de 2011

El concepto más elemental del mundo es la libertad

La paradoja en que incurren los intelectuales marxistas es que, mientras se aferran a una interpretación marxista de la realidad extraída de los libros de Marx, ignoran la existencia concreta en la que viven. Marx proclamaba, "¡Trabajadores del mundo, uníos!" con la intención que él y todos los marxistas siempre han tenido: transformar el mundo. Transformarlo, claro, mediante una revolución violenta que no deje piedra sobre piedra del estado burgués capitalista, instale la dictadura del proletariado y siente las bases de un futuro justo, eficiente, luminoso, progresista y feliz.
Las atrocidades que provoca el marxismo cuando se pone en práctica lo que los marxistas afirman que traerá la libertad y la felicidad a las personas son la creciente degradación física y moral que padecen las sociedades, el fracaso de la planificación centralizada, el horror de la censura y la persecución, la falta de escrúpulos de los gobiernos, las mentiras constantes, el aumento galopante del hambre, la falta de necesidades de todo tipo, la violación de la decencia y de las normas internacionales; y más que la dictadura del proletariado, la dictadura sobre el proletariado. Y todo en nombre de una mentada revolución.
Esta escisión entre el mundo diario -con todo lo que trae- y la visión intelectual que se tiene del mismo es una dolorosa contradicción que deben afrontar quienes teóricamente se pasan la vida luchando por la liberación de sus semejantes: las organizaciones guerrilleras marxistas.
Si su vinculación con el comunismo fuera un asunto rigurosamente intelectual, hasta el último de ellos terminaría aceptando como evidencia que el sistema liberal rinde mejores resultados. Pero una ideología totalitaria no se basa en el raciocinio moral o intelectual, sino en el fanatismo, en el odio y en la sumisión más abyecta. No deja lugar para la reflexón, la revisión o el análiis. Por el contrario, si algo o alguien viene a cuestionar todo un código de interpretaciones hasta entonces inamovible, la reacción es virulenta; la misma, por cierto, que  produjo Galileo cuando reveló que la Tierra era redonda y que giraba alrederor del sol. ¡Muerte a los herejes! ¡Hay que quemarlos en la hoguera! El comunismo es una dispensa intelectual, una manera de explicar la realidad a partir de confortables presupuestos teóricos sin recurrir a la comprobación.
En su obra "Los conceptos elementales del materialismo dialéctico," la chilena Marta Harnecker realiza un profundo análisis de los textos de Marx, pero lamentablemente omite que el concepto más elemental del mundo es la libertad, la cual fuera sistemáticamente negada a los pueblos de todos los países comunistas.
¿Cómo se contemporiza, entonces, esa tragedia con la prédica de una ideología que pretende implantar la felicidad en el mundo? La respuesta, sin duda, está en los cubanos que ininterrumpidamente, desde hace más de medio siglo ya, abandonan la isla en precarias balsas y botes en busca de las costas de la Florida, Estados Unidos, donde los espera la libertad.

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