viernes, 16 de abril de 2010

El estado paternalista es la negación de la república

En un partido de fútbol es necesario un árbitro. Un árbitro cuya función es observar el juego, hacer cumplir el reglamento y castigar las faltas. Un árbitro que sin intervenir con la iniciativa, talento o habilidad de los jugadores, sea capaz de poner límites si alguien se adjudica una ventaja que no le corresponde por haberse originado en una transgresión a la ley de juego. Un árbitro cuya función es tan clara como imprescindible.
Lo mismo sucede en una comunidad organizada. Cuando el hombre se asoció en lo que llamamos "civilización," creó el estado. Y lo creó para que fuera un árbitro. Arbitro para la defensa de los derechos y libertades de todos los integrantes de una comunidad. Arbitro para que nadie infrigiese la ley de juego o gozase de privilegios. Arbitro para proteger los derechos y asegurar el cumplimiento de los deberes cívicos por parte de todos por igual. Y el hombre elaboró un método para llevar esto a la práctica: la democracia representativa. Así, el estado se desempeña por medio de lo que Rousseau denomina "contrato social," ya que los ciudadanos consienten en delegar el poder en ciertos magistrados elegidos por tiempo determinado, cuyas atribuciones son limitadas e implican obligaciones recíprocas, y que se encuentran sometidos a una permanente fiscalización por parte de toda la ciudadanía.
Pero lamentablemente, hubo en la historia individuos inescrupulosos acuciados por sus propias ansias de poder que se aprovecharon de la poca experiencia de los pueblos en cuanto a vida cívica y empleando el engaño y amparados por la demagogia, hicieron que el estado se desvíe de sus cauces naturales para asumir otras funciones posicionándose en áreas para las que no fue concebido, como el comercio, la industria, la banca y los servicios públicos. Y le dijeron a los pueblos que eso era bueno. Les prometieron que de esa manera habría trabajo, salud, educación y vivienda para todos tal como una cárcel promete a sus presos. Los convencieron de que que los hombres de empresa era egoístas e insensibles, que sus ganancias eran monstruosamente desmedidas, que el capitalismo era la ley de la selva y que el estado debía intervenir más y más en la economía para ayudar a los pobres. Creo que la idea era "ayudarlos" a que sigan siendo pobres siempre.
Es el estado que sustituye la equilibrada ley de juego para cuya preservación fue creado, por sus propias leyes. Es el estado que interviene en cada aspecto de la vida de cada ciudadano de la cuna a la tumba. Es el estado que regula, controla y dirige todo lo que lo rodea como un pulpo. Es el estado que se atribuye poderes tan amplios como antiguamente sólo tenían los monarcas más absolutos. Es el estado benefactor, según el eufemismo por el que se lo conoce.
En realidad, es el estado paternalista e intervencionista, enemigo de la república y "benefactor" de los burócratas de turno.
Para entender mejor el concepto, podemos imaginarnos lo que sería un partido de fútbol dirigido por un árbitro intervencionista. En lugar de limitarse a vigilar el juego y castigar las faltas, el árbitro comenzaría diciéndole a cada jugador cómo moverse, qué pases hacer, cómo retener y pasar la pelota, cuándo tirar al arco y cuándo no, y después diría que jugadores debidamente autorizados por él (y subsidiados por él, por supuesto) podrían ingresar al área penal. Y finalmente, el árbitro paternalista exigiría que todos los jugadores le pasaran la pelota a él, y solamente él patearía al arco. Desviado siempre, porque la función del árbitro no es jugar al fútbol ni hacer goles sino, simplemente, ser un buen árbitro. Los goles son el producto del juego en equipo y la iniciativa privada. El ser humano progresa cuando puede ejercer sus facultades creadoras y productivas con entera libertad y cuando tiene derecho a la propiedad de lo que ha producido o recibido en compensación por su trabajo. El gol es propiedad del jugador que lo hizo, no del árbitro. La historia de la humanidad nos enseña, sin excepciones, que toda intervención del estado sobre la iniciativa privada transforma en paupérrimas la comunidades más ricas y progresistas. Y que, en cambio, la libertad aplicada a todos los campos es una bendición que propicia incentivos para progresar ilimitadamente, eliminación de privilegios, mejor nivel de vida y progreso y bienestar para todos.
El estado es el guardián y protector de la república. Es imprescindible para ella.
El estado paternalista es el carcelero de la república. Reaccionemos y acabemos con él, mientras podamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario