sábado, 10 de julio de 2010

Los mártires de Chicago

Desde su establecimiento en la mayoría de los países del mundo por acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional celebrado en París en 1889, el 1 de mayo es una jornada de reivindicación y homenaje a los sindicalistas y anarquistas de Chicago que fueron ejecutados por su participación en las jornadas de lucha que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1886, y su momento culminante tres días más tarde, el 4 de mayo, en la Revuelta de Haymarket Square.
Los hechos que dieron lugar a estos acontecimientos deben ser contextualizados en la revolución industrial. A fines del siglo XIX, Chicago era la segunda ciudad más grande de los Estados Unidos y sus humildes barriadas obreras albergaban a cientos de miles de trabajadores que vivían en precarias condiciones. Una de sus reivindicaciones básicas era la jornada laboral de ocho horas de acuerdo a la consigna "ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa." La mayoría de los obreros estaban afiliados a la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, pero tenía más preponderancia la Federación Estadounidense del Labor, de tendencia anarco-socialista. En su cuarto congreso, realizado el 17 de octubre de 1884, ésta había resuelto que a partir del 1 de mayo de 1886 se recurriría a la huelga si no se obtenía esta reivindicación y recomendaba a la vez a todas las organizaciones sindicales que apoyaran a los obreros en sus respectivas jurisdicciones. En 1868, el gobierno federal había promulgado la llamada Ley Ingersoll, estableciendo la jornada máxima de ocho horas. Sin embargo, como en la práctica tal ley rara vez se cumplía, los sindicatos decidieron empezar a movilizarse.
El 1 de mayo de 1886, 200.000 trabajadores iniciaron la huelga en Chicago, donde las condiciones de trabajo eran particularmente duras. La única fábrica que no había parado era la planta de maquinaria agrícola McCormick. El día 2, la policía había disuelto violentamente una manifestación de más de 50.000 personas y el día 3, mientras se producía la salida de un grupo de trabajadores rompehuelgas de la mencionada planta, los manifestantes se lanzaron sobre ellos comenzando una batalla campal. Sin previo aviso, la policía empezó a disparar a quemarropa sobre el gentío causando seis muertos y varias decenas de heridos. El anarquista Adolf Fischer, redactor del periódico en alemán Arbeiter Zeitung, hizo imprimir ese mismo día 25.000 volantes incitando a los trabajadores a "tomar las armas." Este hecho se utilizaría luego como principal prueba acusatoria en el juicio que lo llevaría a la horca. La proclama terminaba convocando a un acto en Haymarket Square al día siguiente, el fatídico 4 de mayo.
El acto se realizó con normalidad, pero como al finalizar el mismo una parte importante de la concurrencia se negaba a desconcentrarse, la policía arremetió ferozmente. En medio de la confusión causada por la refriega, estalló un artefacto explosivo que mató a un oficial e hirió a varios otros. La policía abrió fuego sobre la multitud causando un número indeterminado de muertos y heridos. Se declaró el estado de sitio y el toque de queda y en los días siguientes se efectuaron cientos de allanamientos y detenciones.
El 21 de junio de 1886, se inició la causa contra 31 responsables, siendo luego reducido el número a ocho. En la actualidad, se considera que su juicio fue una verdadera farsa motivada por intereses políticos. De hecho, se los juzgaba por sus ideas y su condición de obreros rebeldes. En ningún momento se respetó norma procesal alguna. Aunque nada pudo probarse, los ocho de Chicago fueron declarados culpables de ser enemigos de la sociedad y el orden establecido. La prensa, que no había hecho más que ridiculizar este movimiento obrero calificándolo de "lunático, antipatriota, anarquista, demagogo, indignante, irrespetuoso y comunista," sostuvo la culpabilidad de todos los acusados y la "necesidad de ahorcar a los extranjeros."
Se dictaron las sentencias. Samuel Fielden y Michael Schwab recibieron cadena perpetua. Oscar Neebe, quince años de trabajos forzados. Adolf Fischer, Georg Engel, Albert Parsons, Hessois Auguste Spies y Louis Lingg fueron condenados a morir en la horca. Lingg se suicidó en su celda y los otros fueron ejecutados en Chicago. José Martí dejó una prolija -pero más que eso, conmovedora- crónica de la ejecución: "...salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro... Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el de Parsons. Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita, 'la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora.' Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable..." Era el 11 de noviembre de 1887.
A fines de mayo de 1886, los diversos sectores patronales accedían a otorgar la jornada de ocho horas. Por fin, los trabajadores se beneficiaban. La Federación de Gremios y Uniones Organizadas de los Estados Unidos expresaba en la ocasión: "Jamás en la historia de este país ha habido un levantamiento tan general entre las masas industriales. El deseo de una disminución de la jornada de trabajo ha impulsado a millones de trabajadores a afiliarse a las organizaciones existentes, cuando hasta ahora habían permanecido indiferentes a la agitación sindical."
En los Estados Unidos no se celebra el 1 de mayo. En su lugar, se celebra el Día del Trabajo (Labor Day) el primer lunes de setiembre desde 1882. Teóricamente, el presidente Grover Cleveland auspició la celebración en setiembre por temor a que la fecha de mayo reforzase la influencia de los movimientos socialistas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario