jueves, 22 de julio de 2010

La libertad es una bendición

Marx decía que el proceso de la historia pasaba por las fases de capitalismo, socialismo y comunismo. Tengo curiosidad por saber que habría pensado si hubiera podido ver que la secuencia iba a ser capitalismo, capitalismo y más capitalismo. Es lo que ha demostrado la experiencia histórica, sobre todo después del fin de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín. ¿Cuál vino primero? Poco importa. Lo que sí importa -aparte de que ninguno de los dos existe más, claro- es que no es el estado sino los particulares los que crean la riqueza; que la riqueza de un país se hace mediante el esfuerzo, el ahorro y las inversiones privadas nacionales y extranjeras creando, desarrollando y multiplicando empresas en el marco de una economía de mercado; que los monopolios estatales son fuentes de abuso y privilegios; que no hay mejor instrumento de regulación y de protección al consumidor que la libre competencia; que las excesivas regulaciones, controles de importación y exportación, barreras arancelarias y subsidios son generadores de abusos, corrupción y privilegios. En resumidas cuentas, importa refutar todas las fábulas colectivistas de distribución de la riqueza en vista del fracaso del estado paternalista y los desastres causados por el estatismo en cuatro continentes. El estatismo es, en realidad, la celebración del fracaso y la ineficiencia justificados por argumentos dialécticos.
James Mill decía que lo que no funciona en la práctica no es válido en la teoría. Por lo tanto, es inadmisible que haya sectores políticos que insistan que el comunismo fue "una buena idea mal aplicada." Un científico que labora en un experimento y no llega a nada con el mismo, dejaría de creer en su idea, la idea que lo llevó al fracaso: revisaría sus fundamentos.
Los marxistas sostienen que existe una lucha de clases en la que una clase explota a otra, y eliminando la existencia de clases se elimina la explotación y por ende, la desigualdad. Pero intentar crear por la fuerza una sociedad sin clases es imposible, porque es justamente el estado el que introduce la fuerza para lograr eso y al hacerlo, crea dos clases principales: los gobernantes, que se aprovechan de su posición para utilizar la fuerza a favor de sus intereses, y el pueblo que queda a merced de éstos.
Y aunque los comunistas digan que el estado en algún momento desaparece, esto no ha sucedido jamás en ningún estado comunista y se hace necesaria su existencia para asegurar la coerción que el comunismo requiere. Nadie puede desligar la responsabilidad de la teoría de lo que fue el comunismo en la práctica. Nadie puede negar las cifras de muertos en los estados comunistas que superan holgadamente a cualquier otro genocidio en el mundo. Hay que sumar prisiones, campos de concentración, hambrunas y guerras civiles. Se asesinaba a disidentes políticos y otras personas que no concordaban con la ideología del sistema como hombres de ciencia, artistas y religiosos.
Además, esta concepción marxista del "estado justiciero" está basada en la premisa de que el ser humano es corrupto y necesita ser controlado. Ahora bien, ¿cómo un grupo de esos mismos hombres va a controlar a los hombres mejor que ellos mismos? ¿Quién controla a quién? ¿Quién puede asegurar que ellos mismos no están "corrompidos" según su valoración?
Y por más que crean que llegaron racionalmente a la conclusión de que el socialismo es mejor, no tienen ningún derecho a imponerlo por la fuerza. No se puede convencer a nadie empleando la fuerza. Esa fuerza se interpone ante el derecho del individuo a decidir lo que es bueno o malo para sí mismo.
La libertad confía en el individuo, en su capacidad de dirigir su propia vida frente a cualquier imposición gubernamental. La posibilidad de elegir es el factor que habilita el desarrollo del potencial humano. La idea fundamental de la libertad no es simplemente el derecho del individuo a ejercerla, sino la tesis de que el ejercicio de ese derecho redunda en el bien común. La función del estado no es instaurar la felicidad, sino dar a cada persona la posibilidad de construir su propia felicidad.

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