sábado, 1 de octubre de 2011

El día más largo de la historia

Hay una playa que tiene un raro privilegio: puede darse el lujo de decir que fue testigo de aquel día en que comenzó la segunda parte de la historia de Europa. Es la playa de Normandía.
El 6 de junio de 1944 fue el día más largo, el gran giro de bisagra de la historia con esta playa, con esta invasión y con esta inmortal sentencia de Winston Churchill: “Jamás nos rendiremos.” Palabras que a partir de esa madrugada, comienzan a cobrar un sentido que perdurará para siempre.
La Operación Overlord, la hazaña del Día-D, ejecutada por sorpresa y en la que se empeñó un enorme poderío bélico, marcó el principio del fin del dominio nazi en Europa y obligó a los alemanes a librar, poco después y sin éxito, la batalla de París. El aniquilamiento de la maquinaria de guerra germana habría de producirse 11 meses más tarde.
Entonces se había reunido, en el más absoluto secreto, un ejército de cientos de miles de hombres en Inglaterra. Los ingleses y los norteamericanos que habían cruzado el océano Atlántico se reunieron para invadir el continente que estaba bajo el dominio de Hitler. Todas las capitales –París, Viena, Varsovia, Bruselas, La Haya, Budapest, Belgrado, Praga, Bucarest, Oslo, Copenhague- tenían la cruz svástica. En París, los soldados nazis saludaban al Fürher que hablaba desde el balcón del Hotel Crillon con el característico grito de “Hail Hitler” que resonaba como si se volviera a oír en el mundo el “Ave César” de los tiempos de Roma. Y la ciudad estaba llena de banderas de svásticas, que en este caso se veían hasta perderse en el Arco del Carrusel.
De pronto, en Normandía, el mar se cubre de barcos y empiezan a desembarcar ejércitos de americanos y de ingleses. Las tropas de asalto desembarcaron en las cinco playas conocidas como Utah, Gold, Sword, Omaha y Juno. En las tres primeras, el desembarco fue un paseo, pero en Omaha y Juno tuvieron lugar encarnizadas batallas. Los planes iniciales de Rommel de arrojar a los aliados al mar resultaban impracticables y ningún contraataque alemán pudo ya parar el avance de aquellos soldados. Los ojos del mundo estaban puestos sobre ellos por medio de las tecnologías disponibles: la prensa escrita, el cine y la radio.
Y así, el cielo se pone negro de aviones. Llueven paracaidistas. Y una invasión de tropas se derrama arrolladora, empujando al Führer hasta que, en 1945, queda acorralado en el edificio de la Cancillería de Berlín. Para entonces, se había producido el vuelco de Rusia. Hitler, aliado de Stalin, decidió invadir las tierras que los rusos habían ocupado y avanzar hasta Stalingrado en 1941. Entonces, Stalin se vuelve a su vez contra su antiguo aliado, y Hitler queda atrapado entre los americanos que embestían por el Oeste y los rusos por el Este. Acosado simultáneamente por ambos frentes, el Fürher finalmente ve derrumbarse el edificio de la Cancillería, y muere aplastado como una rata dentro de su propia ratonera.
Fue así como las fuerzas de la libertad le devolvieron la libertad a Europa. Ese fue el sentido de Normandía.
Lo que sigue a Normandía es la reconstrucción de Europa por los mismos americanos. Fueron manos americanas las que reconstruyeron Monte Casino en Italia, la Catedral de Reims en Francia, o una plaza de Varsovia o un teatro de Berlín. Y la historia da una vuelta completa. Comienza un nuevo tomo de una gran enciclopedia: la historia europea. Es el comienzo de la historia americana en Europa.
El Plan Marshall es la mano de América que se tiende a Europa para que se levante de nuevo y camine. Ya en 1789, como ha dicho el historiador, “el viento vino de América.” Ahora fue la sangre y la vida. Regresaba la libertad. Fue el regreso del mismo viento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario