jueves, 16 de septiembre de 2010

Occidente, indeciso y desconcertado

Occidente está siendo sometido desde hace mucho tiempo a una tenaz propaganda a través de todo medio de comunicación cuyo objetivo es minar las convicciones de sus habitantes, haciéndoles creer que la libertad económica que disfrutan sus países es la causante de todas las calamidades habidas y por haber.
Occidente cree en la libertad de mercado y en la empresa privada como factores de progreso. Por lo tanto, esta maquinaria de propaganda se montó literalmente sobre el accidente de la British Petroleum en las costas de Louisiana, Estados Unidos, y puso el grito en el cielo. Los medios de prensa sostienen que la industria petroquímica es una institución letal, que está envenenando el aire, contaminando las aguas, que lo que produce es puro veneno para el organismo humano y que las empresas petroleras están poniendo en peligro el equilibrio ecológico del planeta. El periodismo trató este tema prácticamente como si fuera un derrame intencional de petróleo, no un hecho fortuito. Como vemos, se trata de una propaganda que tiende a crearle un complejo de culpa a Occidente.
Esta acción de propaganda es incesante e incansable y va a dirigida a todo lo que sea producto del capitalismo y, al mismo tiempo, evita rigurosamente todo aquello que no esté relacionado con el mismo.
Cuando la NASA envía alguna misión tripulada al espacio, la propaganda sostiene que en vez de gastar el dinero de los contribuyentes en eso, se deberían crear puestos de trabajo en fábricas y en oficinas aquí en la Tierra (olvidando la gran cantidad de gente que trabaja para la NASA). Distinto es el caso cuando el gobierno de Irán gasta millones de dólares en obtener armas atómicas. A nadie se lo escucha, entonces, criticar. A nadie se le oye decir, por ejemplo, que ese dinero debería emplearse en escuelas y hospitales de Irán. Vemos que hay un doble patrón de medidas. En Occidente vale todo. Fuera de él, hay que cuidarse.
Esta labor de propaganda es hipócrita y tendenciosa. Auspician el uso de "autos eléctricos" porque dicen que el petróleo se está acabando en todas partes. ¿Seguro? Creo que lo que está completamente agotado es el comunismo, un sistema que jamás pudo lograr que todos sus habitantes tuvieran automóvil.
La propaganda también afirma que los productos del supermercado contienes preservadores químicos y otras sustancias que perjudican la salud, y que lo mejor es quitar toda sustancia agregada y volver a la comida natural y simple de antes. ¿En serio? Creo que la idea es quitar toda libertad económica y volver al comunismo, un sistema que jamás pudo brindar a la gente supermercados con góndolas llenas de abundantes y variados productos.
Según la labor de propaganda, los terroristas que colocan bombas, secuestran y matan en todas partes son gente romántica que luchan por un ideal; y los soldados, policías, empresarios, mujeres, niños y ancianos que mueren asesinados son agentes de la represión fascista.
Según esa misma propaganda, los Estados Unidos son culpables de todo lo malo que pasa en el mundo. ¿Hay una inundación en la India? La culpa es de los Estados Unidos (calentamiento global). ¿Hay inflación en Grecia? La culpa es de los Estados Unidos (deuda externa). Se critica la invasión norteamericana a Panamá soslayando olímpicamente que el objetivo de esa invasión fue instaurar en el gobierno a Guillermo Endara, el candidato presidencial que había ganado las elecciones con el 62.5% de los votos y que no podía asumir el cargo porque el dictador Manuel Noriega se negaba a abandonar el poder.
Según esta propaganda tendenciosa, perniciosa, el comunismo "fracasó" porque las ideas de Marx fueron "incomprendidas." ¡Fueron perfectamente comprendidas y por eso se las dejó de lado! El comunismo cayó debido a que la gente se dio cuenta de la aberración que era y que Marx estaba completamente equivocado.
Paradójicamente, se trata de una propaganda que no tiene ninguna estrategia plausible para la victoria. No ofrece alternativa. No presenta ninguna meta clara, definida, a la cual llegar. Ante el mundo tan injusto que nos toca vivir, ¿cuál sería la alternativa, solución, salida o respuesta? ¿Se propone, acaso, una sociedad literalmente igual en contrapartida a las desigualdes del capitalismo? ¿Una sociedad sin diferencias ni siquiera de sexo? ¿Un mundo feliz en el que no se sepa cuál es la diferencia entre un hombre y una mujer?
Aquel será un reino de paz y de justicia social en el que todos seremos muy felices comiendo menos (menos colesterol), leyendo menos (nada, salvo los libros que autorice el gobierno), viajando menos (para qué viajar si todo será lo mismo), pensando menos (sólo lo que se considere políticamente correcto) y decidiendo menos (los distinguidos camaradas del partido decidirán por uno).
¿Cuáles serán los efectos de toda esta acción de propaganda a largo plazo? Nadie puede decir, pero creo que debemos abrir los ojos y tomar conciencia de que están en juego valores estructurales a los que Occidente se aferra a fin de lograr una mínima cuota de orden y estabilidad en la sociedad, y tambíen una identidad y coherencia como civilización. No se trata de negar los problemas y postergaciones de toda índole que evidentemente lo afectan, pero eso no significa que no debamos afirmar nuestras convicciones en dichos valores, los valores atemporales de Occidente. El problema con eso es que el efecto de penetración de esta propaganda ha sido tan contundente que ya dudamos de todo. No creemos más en nada. Dudamos del derecho de alguien a usar y disponer de su propiedad, y lo llamamos "explotador." Dudamos del  derecho de alguien a viajar en avión o a estar en un edificio sin temor a que ese avión sea secuestrado o a que ese edificio sea derribado, y lo llamamos "imperialista."
Hay un refrán que dice que un pesimista es un optimista bien informado. Puede ser, pero no podemos permitir que el optimismo bien informado de Occidente destruya la civilización permitiendo el triunfo de la barbarie.

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