jueves, 16 de diciembre de 2010

El imperio de la ley

Una sociedad avanzada es aquella en la cual los individuos pueden realizar sus propios proyectos de vida, desplegando libremente su potencial y su creatividad a tal fin, y enriqueciendo, además, al conjunto en su totalidad. Una consecuencia de esta libertad es el progreso económico. No es casual que las sociedades liberales sean las más prosperas de la Tierra. De hecho, el surgimiento de la democracia liberal dio lugar a la trayectoria acelerada por la cual la humanidad logró su máximo bienestar en cuanto a libertades civiles, expectativas de vida y disponibilidad y abundancia de tecnologías y recursos.
Al sistema económico que produjo el mejor momento de la historia de la humanidad lo llamamos capitalismo. Pero el capitalismo no es causa última de este progreso. En realidad, para que el capitalismo sea posible lo realmente necesario es lo que en la tradición anglosajona se conoce como Rule of Law, que no es otra cosa que el imperio de la ley. Los órdenes sociales basados en este imperio de la ley aseguran que cada individuo por igual esté sujeto a un sistema jurídico preexistente y, además, que no haya ningún ciudadano por encima de estas leyes. La maravillosa amalgama de proyectos de vida realizables en las naciones con órdenes sociales basados en este concepto es lo que explica el progreso económico, la paz y el bienestar para todos.
La República Argentina, basándose en la constitución de Alberdi, adoptó para sí un sistema basado en el Rule of Law anglosajón que con cuidadosa paciencia fue perfeccionando, por ejemplo, a partir de la ley de voto universal de Sáenz Peña. Esta ley amplió muy favorablemente el horizonte cívico de los ciudadanos y les dio una participación muy activa en la vida política del país.
Como toda sociedad abierta, la República Argentina mantuvo un orden social perfectible. Tal sistema dio lugar a 70 años de progreso continuo, cuando la nación, por su prosperidad, atraía a millones de inmigrantes de los más diversos orígenes.
La sociedad liberal del primer centenario albergaba en su seno a conservadores, liberales, radicales y socialistas que contribuían a ella con poderes limitados por el imperio de la ley. Hacia 1930 los argentinos decidieron abandonar los fundamentos mismos de la sociedad que los había enriquecido, educado y proyectado al mundo con una identidad singular y respetable. El nacionalismo fascista de Uriburu fue el verdugo supremo de esa sociedad. En esa tragedia original, codo a codo con Uriburu, participó Juan Domingo Perón. Su consecuencia inevitable fue la gradual declinación económica de la nación con una sociedad políticamente militarizada y entregada al populismo nacionalista. Entonces, si la tarea es reconstruir un proyecto de desarrollo por el cual la Argentina vuelva a ser un país próspero, lo importante es restaurar el orden político que una vez la hizo grande. Sólo se trata de volver a defender un orden social basado en el imperio de la ley.
Autoridad, no autoritarismo, como concepto en el cual establecer una estructura de ley y orden en la que cada uno sea libre de vivir a su gusto. Capitalizar los aciertos de cada gobierno y llevarlos adelante en el siguiente, no rechazarlos porque no respondan a los intereses políticos del momento. Un gobierno sensato, racional, que tenga bien en claro que su función es representar a los ciudadanos al servicio de los intereses de éstos y, como punto especialmente importante, por tiempo limitado: los famosos "four years" de la constitución estadounidense que sirvieron de inspiración a todas las constituciones del mundo, incluso la argentina. Perón decía que el hombre es bueno pero si se lo vigila es mejor. ¿Y a Perón quién lo vigila? ¿La Revolución Libertadora?

lunes, 13 de diciembre de 2010

La reducción de impuestos y la reactivación de la economía

En 1978, el Congreso de los Estados Unidos, cuyas dos cámaras estaban controladas entonces por los demócratas, adoptaba la enmienda Steiger. Este texto reducía el impuesto a las ganancias del 49 al 28%. Un grupo de economistas “conservadores” había logrado persuadir a los legisladores de que una medida semejante permitiría en poco tiempo aumentar las recaudaciones fiscales del estado, ya que este impuesto reducido sería pagado sobre un acrecentado número de inversiones rentables. En 1981, el presidente Reagan llegó aún más lejos al reducir el mencionado impuesto al 20% al mismo tiempo que reducía fuertemente todas las tasas marginales de contribución tanto para las personas físicas como para las sociedades.
Los resultados fueron espectaculares y superaron las previsiones más optimistas. La reducción de la presión fiscal dio un gran impulso al conjunto de la economía. Entre 1978 y 1985, el número de nuevas empresas creció de 280.000 a 600.000 por año, lo cual representó un récord para el período de posguerra. Más del 80% de los puestos de trabajo creados en los Estados Unidos en ese período lo fueron por pequeñas y medianas empresas. Las inversiones produjeron innovaciones que permitieron mejorar la productividad y, por lo tanto, el conjunto de la economía. Además, las nuevas empresas competían directamente con las grandes y las obligaban así a mejorar su eficacia. Para hacer frente a su nueva competencia, las firmas muy importantes tuvieron que tornar más flexibles sus estructuras. En realidad, su forma misma de pensar.
Lo más interesante de estos nuevos empresarios era su diversidad: ex activistas estudiantiles, israelíes, negros, inmigrantes, y más mujeres que hombres fundaban empresas. Personas que sin las reducciones impositivas, jamás habrían podido competir en la economía norteamericana.
La historia nos demuestra, sin excepciones, que la intervención estatal en la economía convierte en paupérrimas a las comunidades más prósperas y que, por el contrario, poner en práctica los principios de la economía de libre mercado da como resultado progreso indefinido y bienestar para todos.
La explosión de las iniciativas y la reactivación de la economía coincide precisamente con las reducciones de impuestos. No se trata de casualidad sino de causalidad. La relación y, por consiguiente, la lección son evidentes.

sábado, 11 de diciembre de 2010

El Gran Hermano te vigila reciclar

La ciudad de Cleveland, Ohio, está dando un gigantesco paso hacia un esquema de reciclaje obligatorio. En 2011 se exigirá a unos 25.000 hogares utilizar recipientes de reciclaje equipados con etiquetas de identificación por radiofrecuencia (RFID es su sigla en inglés), diminutos chips de computación que pueden proporcionar información a distancia, como el peso del contenido del recipiente y que permiten a los camiones de basura que circulan en sus cercanías verificar su presencia. Si una vivienda no coloca su recipiente de reciclaje en la acera, un inspector podrá revisar su basura en busca de objetos reciclables incorrectamente desechados y aplicar a los infractores una multa de 100 dólares. Además, si un recipiente es sacado a la vereda tardíamente o dejado en ella demasiado tiempo, la casa podrá ser multada. El municipio empleará de manera rutinaria a la “policía de la basura” que estará facultada para multar a los hogares que cometan contravenciones. Cleveland planea implementar el sistema en toda la ciudad dentro de un plazo de seis años.
Los programas de reciclaje extremos no son nada nuevo, incluso en las ciudades estadounidenses. En San Francisco el reciclaje y el compostaje son obligatorios; la basura es distribuida en tres recipientes distintos y el no cumplimiento de esto da lugar a multas. Nueva York posee un programa similar.
Tampoco los recipientes de reciclaje de tipo RFID son nuevos. Fueron introducidos en las calles londinenses en 2005 supuestamente para rastrear la cantidad de basura que producían los hogares y para desalentar la “sobreproducción," y también han sido ensayados en ciudades estadounidenses. A principios de este año, Alexandria, Virginia, aprobó tales contenedores.
Los ecologistas de todo el mundo justifican esta intromisión estatal en la vida de pacíficos ciudadanos como una medida "verde" para preservar el medio ambiente y combatir el efecto invernadero. George Orwell nos advirtió una vez sobre un futuro donde "el Gran Hermano te vigila." En su ficción, un Ministerio del Amor era el encargado de hacer prevalecer la justicia; es decir, infligía castigos y torturas a quienes no seguían los dictados prevalecidos. Si Orwell hubiera conocido los actuales y draconianos sistemas de reciclaje obligatorio, con toda seguridad en su obra habría figurado un Ministerio de la Buena Onda Ecológica que sería el encargado de torturar a los industriales por saturar la atmósfera de gases CFC. Y hasta los acusaría de ganar dinero. Los municipios en bancarrota a lo largo y a lo ancho de los Estados Unidos estarán observando el experimento de Cleveland. Ante el primer indicio de éxito, es decir, el aumento de ingresos para el fisco por las multas, los debates sobre el reciclaje obligatorio estallarán en todos los concejos municipales. No sería aventurado suponer que el experimento de Cleveland sea una debacle; es casi seguro que lo será como todas las políticas de intervención estatal, pero las debacles son a menudo rentables para quienes las provocan. Esa es la verdadera razón (o mejor dicho, la esperanza) por la cual los gobiernos realizan precisamente este tipo de políticas.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La última llamada

El jefe de una fábrica norcoreana acusado de hacer llamadas telefónicas al extranjero fue ejecutado por un pelotón ante 150.000 personas.
Según publica Daily Mail, el directivo fue fusilado en un estadio al sur de Pyongyang después de que las autoridades denunciaran que se había contactado hasta 13 veces con otros países.
En conferencia de prensa, el Venerable Pomyun explicó que los fusilamientos en público son una medida muy extendida en Corea del Norte que tiene como fin "controlar a los norcoreanos y prevenir los crímenes."
La Asamblea General de la ONU adoptó una resolución en la que expresaba su "gran preocupación" sobre las violaciones de los derechos humanos cada vez más generalizadas en Corea del Norte, incluyendo ejecuciones públicas.
La resolución, apoyada por más de cincuenta países, fue enviada a los miembros de la Asamblea General para la votación final. Algo que el régimen de Pyongyang ha condenado asegurando que no es correcto e imparcial e insisten en que nunca han violado los derechos humanos.
Pensé que era demasiado bueno para dejarlo pasar. Me hizo acordar a un cuento de Ray Bradbury llamado "Night call, collect." Ahora se fusila a la gente por hablar por teléfono. No es tan grave: Rosas fusiló a Camila O'Gorman por quedarse embarazada. Si Stalin hubiera conocido Internet, nos habría fusilado a todos por buscar algo en Google. Espero que Macri no me fusile por viajar en el subte B.

Por obra de nazis y comunistas

En virtud del pacto alemán-soviético del 23 de agosto de 1939; Estonia, Letonia y Lituania fueron incorporadas a la URSS; Polonia quedó dividida entre la URSS y Alemania, y Rumania perdió Besarabia. El pacto de 1939 tenía dos partes: una pública, de no agresión, y una secreta. La primera permitió al gobierno de la Alemania nazi comenzar la Segunda Guerra Mundial al invadir Polonia, el 1 de setiembre de 1939. En esa ocasión, el dipómático alemán Ulrich von Hassell, escribía en su diario lo siguiente: "Veo claramente que los rusos han hecho el pacto con nosotros para alentarnos a llevar a Europa a la guerra... La parte soviética ha demostrado interés en Besarabia. La parte alemana declara su total desinterés por estas regiones."
Besarabia es la actual República de Moldavia. Hasta 1991, fue la República Socialista Soviética de Moldavia y su destino comenzó a perfilarse gradualmente.
El 26 de junio de 1940, el canciller soviético Molotov, que algunos meses antes había declarado públicamente que "entre la Unión Soviética y Rumania existe un problema no solucionado: el problema de Besarabia," presentó al gobierno rumano un ultimátum para que se cediera en el plazo perentorio de 24 horas Besarabia y parte de la región de Bucovina. Afirmaba que, en 1918, Rumania, "aprovechando la debilidad militar de Rusia, se apoderó de una parte de su territorio, Besarabia, poblada principalmente por ucranianos," y señalaba que el reclamo por Bucovina era "una insignificante indemnización de la gran pérdida causada por los 22 años de dominación rumana en Besarabia." El mundo ya había entrado de lleno en la guerra, las presiones eran muy fuertes en todas partes y Rumania no pudo hacer otra cosa que entregar los territorios que se le disputaban. "Por error," hubo algunos muertos. El balance de poder quedaba así constituído. Todo a favor del más poderoso, nada a favor de sus "asociados."
Por obra de nazis y comunistas, Rumania fue despojada de una parte de su territorio nacional. La conjuración entre ambos regímenes fue feroz, pero también quiso ser hábil para rehuir responsabilidades. A pesar de que los soviéticos alegaban velar por el interés de los rusos y de los ucranianos de ese país, su historia nada tiene en común con Rusia ni con Ucrania. Ocupado, como todas las tierras rumanas, por los turcos y desde mediados del siglo XIII por los mongoles, fue liberado con la fundación del Principado de Moldavia por la dinastía Mushat en la segunda mitad del siglo XIV.
Su historia fue agitada, tempestuosa y de guerras interminables ya que por el sur comenzaron, desde 1369, las incursiones otomanas, y por el norte siguieron las de los mongoles. Sin embargo, este estado logró mantenerse libre del dominio de los otomanos gracias al valeroso príncipe Esteban el Grande, que gobernó entre 1457 y 1504 y venció a los turcos en dos grandes batallas que tuvieron lugar en 1462 y en 1475, respectivamente. Rusia no llegó a limitar con Moldavia hasta la segunda partición de Polonia (1793), y sólo en 1812 logró, por primera vez, anexársela. Los censos rusos de 1817, 1858 y 1862 indicaron porcentajes de 86, 66, y 51 por ciento de rumanos con un crecimiento sostenido de ucranianos.
Sin embargo, cuando la región se reintegró a Rumania en 1918, los rumanos seguían siendo dos tercios de la población.
Durante los años de poder soviético la comunicación entre Moldavia y Rumania prácticamente no existió porque el Kremlin no lo permitía.
Hace mucho tiempo que cayó vencido el régimen nazi; también, el soviético, pero los efectos de su intriga todavía perduran. Este es sólo un ejemplo de la manera en que las dictaduras tergiversan y distorsionan la historia para llevar a cabo sus crímenes. Sus mentiras, sus engaños, su demagogia, alcanzan a las más profundas raíces y llevan a los pueblos a la más completa destrucción. El inhumano régimen de la dictadura sólo podrá ser vencido por la verdad ya que, como decía San Agustín, existirá la verdad aunque el mundo perezca.
Las inmortales palabras del obispo y filósofo son corolario de Juan 8:32: "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres."

domingo, 5 de diciembre de 2010

FSLN - Felices Son Los Nueve

Los simpatizantes del marxismo señalan las diferencias económicas de las sociedades liberales, pero irónicamente, es en los países que habían hecho suyas las políticas de distribución de la riqueza predicadas por el marxismo donde se registran las más grandes brechas. En la Nicaragua sandinista, por ejemplo, el ingenio popular había rebautizado -por sus siglas- al gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional como "Felices Son Los Nueve," en referencia a los nueve comandantes del régimen de Managua cuya gestión tuvo como resultado una caída del salario real del noventa por ciento y una hiperinflación del 33.000% anual. No es el único caso. Un "logro" parecido se dio en Perú con Alan García. Mientras los funcionarios vieron crecer sus patrimonios personales de manera astronómica, los cuales depositaban en el exterior, el dinero de los peruanos fue destruído asimismo por la hiperinflación de manera que quien tenía cien intis en el banco al comienzo del gobierno de Alan García, tenía apenas dos intis al finalizar su mandato. Cuba, por su parte, recibió un subsidio soviético a lo largo de tres décadas por un total de cien mil millones de dólares. El beneficiario, por supuesto, no ha sido otro que Fidel Castro quien hoy se encuentra entre los hombres más ricos del planeta.
Hay más ejemplos, pero estos solos bastan para demostrar que la historia de América Latina es una historia de países pobres y gobiernos ricos. Mientras más ricos los gobiernos; o, mejor dicho, mientras más rica las camarilla íntima del poder, mayor la incapacidad de crear sociedades donde la riqueza se extienda a toda la comunidad.
¿Y qué hace el gobierno con tanto dinero? ¿Construye escuelas y hospitales como propondría cualquier liberal? No. Paga clientelas políticas, financia inflación, y hace gastos estúpidos como estatizar empresas. Los gobiernos que se dicen amigos de los pobres se hacen ricos y gastan dinero en cosas que jamás redundan en beneficio de los pobres. Sus políticas progresistas y revolucionarias cargadas de buenas intenciones -ayudar a los pobres- consiguen exactamente lo contrario: hacer que los pobres sean más pobres. Irónicamente, se cumple el axioma marxista "los ricos son más ricos y los pobres son más pobres" porque los gobiernos son cada vez más ricos.
Y como los pobres son cada vez más pobres, quieren emigrar, salir a ganarse la vida en otros países donde consiguen abrirse camino, algunos muy exitosamente, otros no tanto, pero con suficiente fortuna para dar una mano a sus familiares, los que se quedaron atrás.
El ejemplo latinoamericano más notable de exilio exitoso es, sin duda, el de los cubanos, esa comunidad tan próspera y diligente de Estados Unidos que ha elegido este país porque, sencillamente, hay un clima institucional distinto al de la isla gobernada por el camarada Fidel.
Pese a todos sus defectos, el capitalismo es mejor que las políticas de izquierda para beneficio de los pobres. La prueba estriba, precisamente, en que hay que mirar hacia donde emigran. Cuando salen de sus países, lo hacen para ir a una sociedad capitalista. Buscan un sistema que garantice los derechos de propiedad, la inviolabilidad de los contratos, la eliminación de los derechos monopólicos, la reducción de los costos e insumos empresariales, la facilitación de la competencia. Factores todos estos indispensables de una economía de mercado.
Una de las principales características del capitalismo es su masificación a través del tiempo. Implementos de uso tan común en la actualidad como una radio o un televisor habrían parecido un lujo inconcebible para un rey de la Edad Media porque ni siquiera existían. Cuando recién se inventaron, esa radio y ese televisor eran objetos que sólo ostentaban los más ricos. El capitalismo, obviamente, beneficia en primer término a los ricos, pero enriquece también, aunque sea muy lentamente, a los demás. La paradoja es que la movilidad social ascendente radica en las desigualdades. ¿Qué incentivo puede tener un cubano para producir más si sabe que nunca podrá tener derecho a la propiedad privada de los medios de producción ni al usufructo de su esfuerzo, que será eternamente oveja de un rebaño anónimo en un reino de igualdad social, que será eternamente un cero en una cartilla de racionamiento? Al desaparecer el incentivo, desparece también el producto total, la riqueza en su conjunto, y lo que queda para distribuir es por tanto mucho más exiguo. El capitalismo pone en práctica el principio de la propiedad privada, permite al hombre usufructuar su esfuerzo y, en consecuencia, incentiva a producir más; y la riqueza en su conjunto crece en progresión geométrica. Es un proceso que debe realizarse bajo el imperio de una ley igual para todos.
Un clima institucional propicio para la empresa y estimulante para el ahorro sumado a la seguridad jurídica y la austeridad administrativa son los factores que aseguran el crecimiento y el desarrollo.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Teología de la liberación

En agosto de 1968, se realizó en Medellín la segunda reunión plenaria del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Para ese evento se pidió la colaboración de los más capacitados intelectuales con que contaba la Iglesia en ese momento; entre ellos, el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez. Es para esa ocasión que Gutiérrez comienza a organizar sus reflexiones en un documento en torno a lo que ya llamó “teología de la liberación,” texto que fue enriqueciendo paulatinamente hasta su definitiva publicación en 1971 bajo el título “Hacia una teología de la liberación.”
Gutiérrez parte del análisis convencional de la izquierda marxista para lograr el cambio social. Define: “Los países pobres toman conciencia cada vez más clara de que su subdesarrollo no es sino el subproducto del desarrollo de otros países debido al tipo de relación que mantienen actualmente con ellos. Y, por lo tanto, que su propio desarrollo no se hará sino luchando por romper la dominación que sobre ellos ejercen los países ricos.” Y propone: “Unicamente una quiebra radical del presente estado de cosas, una transformación profunda del sistema de propiedad, el acceso al poder de la clase explotada, una revolución social que rompa con esa dependencia, pueden permitir el paso a una sociedad distinta, a una sociedad socialista.”
Como vemos, se trata de una “solución” verdaderamente violenta. O, por lo menos, drástica. Tácitamente, se alentaba a los cristianos a que mostrasen su compromiso aliándose con los comunistas en las universidades, los partidos políticos y, finalmente, las guerrillas. Si había que tomar las armas para combatir al imperialismo y a las clases dominantes, la Iglesia no iba a organizar ese empeño, pero se sumaría o apoyaría a quienes lo hicieran.
Para entender plenamente el concepto de la teología de la liberación hay que retener el contexto: la década de 1960. Indefectiblemente, la década de la protesta. Todos protestaban contra todo. Los cantantes de protesta protestaban contra las injusticias sociales, los pacifistas contra la guerra, los hippies contra la sociedad de consumo, los estudiantes contra los planes de estudio. Fue la era de la rebeldía y el inconformismo y, naturalmente, la grey católica no podía ser la excepción. De hecho, el sacerdote Camilo Torres moría peleando junto a una guerrilla castro-comunista colombiana en 1966. Y no era infrecuente que de los seminarios religiosos o del magisterio pastoral surgieran movimientos que luego evolucionaban hacia la lucha armada y el terrorismo. Esto sucedió muy especialmente en las guerrillas de Nicaragua y El Salvador y con los tupamaros de Uruguay, sólo por citar algunos ejemplos. La influencia de la teología de la liberación llevó a muchos jóvenes a la violencia, estimuló esa violencia y confirió legitimidad moral a terroristas y asesinos escudados tras las causas de la justicia social y la liberación de los pobres.
Gustavo Gutiérrez, que sigue prestando servicio en su humilde parroquia de Lima, es ante todo un hombre consecuente con sus ideas. Por eso, es una lástima que no haya escuchado a su jefe espiritual, el Papa Pío XI, cuando dijo, “el comunismo es intrínsecamente perverso.” Si lo hubiera hecho, tal vez su libro se habría llamado “Teología de la economía de mercado” y diría, por ejemplo, cosas como: “Todos los experimentos socializantes que se han realizado interviniendo en la economía y en la iniciativa privada no han hecho más que entorpecer la marcha de la sociedad hacia la riqueza y el crecimiento. Los procesos estatizantes llevados a cabo en los países latinoamericanos han hecho que el estado se desvíe de sus cauces naturales para asumir otras funciones acaparando el comercio, la industria, la banca, ahogando a sus súbditos en un mar de controles burocráticos y eliminando todo incentivo para progresar. Nadie puede tener interés en ejercer actividad alguna si sabe que su esfuerzo será usufructuado por un burócrata. Pero, en cambio, si se le permite al hombre ejercer libremente sus facultades creadoras, si se le asegura que tendrá derecho a disponer de lo que ha producido o recibido a cambio de su trabajo, el resultado no será otro que el progreso ilimitado.” Y probablemente añadiría, “La iniciativa privada, al verse libre, crea en forma incesante nuevas riquezas, porque se da lugar a que se trabaje con estímulo e inventiva, habilitando así el desarrollo del potencial humano. La verdadera función del estado no es, entonces, crear la riqueza, sino asegurar que se den las condiciones para que el mercado disponga de toda la libertad que necesita para operar libremente.”
De esa manera, pues, se habría evitado dar letra a muchos idiotas útiles. Al final, la teología de la liberación (original) no ha servido a los pobres ni a la Iglesia.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Cómo funciona realmente la economía

La economía se mueve en base a ciertos parámetros que son tan antiguos como la economía misma, que son incluso anteriores al estado y que no dependen del mismo, aunque éste pretenda que sí.
En la economía hay ganadores y perdedores -es importante que esto se entienda- pero cuando se produce un desfasaje no hay que entronizar al estado como salvador del pueblo e inquisidor de los hambreadores del pueblo: hay que esperar a que el mercado presente su alternativa igual que un giroscopio que siempre vuelve a la posición de equilibrio por mucho que lo empujemos en un sentido o en otro. No hay nación sobre la faz de la Tierra que no pueda prosperar y crecer si sabe usar inteligentemente sus ventajas comparativas y competitivas.
Después de Estados Unidos y Canadá, las Islas Bahamas acreditan el ingreso por habitante más alto de todo el hemisferio occidental porque la alternativa del mercado pasa por el turismo y, consecuentemente, ese país recibe cada año varios millones de visitantes. Nueva Zelanda, en las antípodas del planeta y de los husos horarios, tiene un nivel de vida similar al de cualquier país europeo porque el sector servicios representa casi el 70 por ciento de su PBI y sus principales industrias de exportación son la agricultura, la horticultura y la pesca. Sin olvidar, por supuesto, también el turismo y sus innumerables opciones. Pero no porque el estado haya dispuesto por decreto nada de eso, sino porque el mercado y su complejo y elaborado sistema de ofertas y demandas es sencillamente un parco sistema de señales (el único que existe) concebido para que los procesos productivos cuenten con una lógica interna capaz de guiar a quienes llevan a cabo la difícil tarea de estimar los costos, fijar los precios de ventas, obtener beneficios, ahorrar, invertir y perpetuar el ciclo productivo de manera cautelosa y trabajosamente ascendente.
Nigeria es un país dotado de inmensos recursos naturales (que no existen ni en las Bahamas ni en Nueva Zelanda). Sin embargo, se encuentra en una desastrosa situación por haber sufrido décadas de dictaduras militares. Una dictadura interviene en cada aspecto de la vida de sus habitantes, los controla, los regimenta y así, como diría Adam Smith, "se retarda, en lugar de acelerar, el progreso de la sociedad hacia una riqueza y grandeza verdadera." El mercado, no la planificación estatal, es la única justicia económica posible. La prosperidad de una nación se da por la naturaleza misma de las cosas y de la historia, no porque su gobierno la pase por decreto.
De ahí la importancia de un estado restringido a ciertos límites. De ahí la importancia de asegurar que el mercado se mueva con toda la libertad que necesita. Los límites del estado son aquellas áreas que debe cumplir según los principios del liberalismo: salud, educación, relaciones exteriores, defensa y justicia.
Hace siglos que el estado está intentando establecer controles de precios y salarios. A comienzos del siglo IV, el emperador romano Diocleciano estableció, "bajo pena capital," precios máximos para 1.300 productos. La España de Franco estaba sometida a un sistema de "precios de tasa" que no tuvo más resultado que hacer florecer el mercado negro o "estraperlo," como se lo conoció durante los treinta y nueve largos años que duró el régimen franquista. En la Unión Soviética, existió un autodenominado Comité Estatal de Precios integrado por arcangélicos funcionarios de almas blancas e impolutas como la nieve que tenían la santa misión de asignar con total precisión los precios de quince millones de artículos, desde un preservativo hasta la antena de un satélite Sputnik.
Los ensayos populistas empobrecen a los pueblos en la medida en que los empantanan en el caos financiero causado por las crecientes distorsiones de precios arbitrariamente decididos por burócratas ya que, con cada decisión, confunden cada vez más al aparato productivo hasta el punto en que el costo real de los productos tienen poca o ninguna relación con los precios que por ellos se paga. Los ensayos populistas, en definitiva, victimizan a los pueblos. La antítesis es que glorifican la demagogia y la burocracia.