viernes, 7 de enero de 2011

La empresa privada y el respeto a la ley son los pilares básicos de los Estados Unidos

En los Estados Unidos no faltan los problemas de toda índole, y mucho menos en un momento en que la tasa de desempleo es la más alta en casi tres décadas. Sin embargo, hay que analizar los factores que verdaderamente sustentan el potencial de este país.
En primer lugar, casi nadie habla del gobierno o del presidente para quejarse o para pedir que debería hacer tal o cual cosa. Aun en un año electoral, la política parece algo siempre secundario para el ciudadano común. Para ese hombre común, en cambio, lo que verdaderamente importa es la ley. Si todos la respetamos, afirma tácitamente el americano, todo andará mejor. Y lo pone en práctica. La gran solidez de este país se apoya en ese llamativo acatamiento a las normas. En el fondo, quizás nada sea tan importante como esa cohesión, ese consenso. Por alguna razón que se remonta al pasado y a la historia de muchos años de democracia, allí se aprecia, ante todo, la sensación del respeto simple y natural a la ley. Y esta característica decididamente distingue a este país de sus vecinos del sur, los países de América Latina, donde lo único que parece importar es la política y el poder. En los Estados Unidos, todos los distritos electorales tienen representación en el Congreso menos uno: Washington, la capital, ese "cuadrado de diez millas de lado," según la Constitución, donde se halla radicado el gobierno del país más poderoso del planeta. Los Padres Fundadores tenían bien en claro la importancia de un gobierno limitado que funcione como un verdadero sistema de equilibrios y contrapesos en el que cada arista impida que cualquier otra adquiera un poder indebido o desmedido.
Desde cierta perspectiva, puede suponerse que en este país todo se hace a fuerza de invertir dólares, pero lo verdaderamente significativo es la voluntad de hacer posible lo aparentemente imposible. El mapa de los Estados Unidos cuenta su historia. A medida que nos desplazamos hacia el Oeste, los estados se vuelven cada vez más grandes hasta llegar a Alaska, la última frontera. Caravanas de familias atravesaron el país viniendo del Este a poblar las nuevas tierras del Oeste, a trabajar sus campos, a extraer sus minerales, a fundar sus ciudades. Lo hicieron porque buscaban un futuro mejor; pero más que eso, porque creían en algo más grande que ellos mismos: la libertad. Los movilizaba su propia iniciativa, la iniciativa privada. No había ninguna Secretaría Nacional de Exploración del Oeste ni un Plan Quinquenal de Fundación de Ciudades al Otro Lado del Mississippi. Aquellos pioneros no recibían subsidios ni ningún aporte del gobierno. Es más, el gobierno tal vez ni siquiera sabía que existían. El ser humano progresa cuando puede ejercer sus facultades creativas con entera libertad y las naciones que triunfan son aquellas que dan lugar a que esto suceda.
La producción agraria, la industria y una formidable infraestructura dominan el interior de los Estados Unidos. En el Medio Oeste (Midwest), estados como Nebraska, Iowa, Illinois e Indiana presentan un paisaje similar al de la pampa húmeda argentina. Pero hay que destacar las grandes diferencias de fondo: una permanente infraestructura de apoyo en silos, galpones, plantas productoras de alimentos, canales de agua, maquinaria agrícola e instalaciones de riego artificial prácticamente en todo campo sembrado. Tanto en el campo como en las grandes obras viales y ferroviarias, se invierte permanentemente para incrementar la producción en todos los órdenes.
La adecuada combinación de la incesante innovación tecnológica con dos clásicos siempre vigentes, la empresa privada y el respeto a la ley, son el factor del mejoramiento del nivel de vida y el progreso ilimitado para todos.
Insisto, no es que falten problemas, pero se aprecia que la base de funcionamiento próspero que Rousseau denomina "contrato social" se cumple allí razonablemente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario