jueves, 15 de septiembre de 2011

El único bloqueo que hay en Cuba es el de Fidel Castro

La verdad sobre el “bloqueo” de Cuba la expuso de manera inmejorable el secretario de Estado español de Cooperación Internacional Inocencio Arias, durante la III Cumbre Iberoamericana celebrada en Bahía, Brasil, el 16 de julio de 1993: “Cuba no está bloqueada –declaró-. Sólo lo estuvo por unos días en 1962. Sólo está embargada por el país más importante de la Tierra. España, por ejemplo, invierte capitales allí, envía turismo y practica cooperación. Si la isla caribeña estuviera bloqueada no hubiésemos podido hacer llegar, como hicimos hace unos días, cien millones de pesetas en leche en polvo.”
En efecto, con la excepción de unos cuantos días de noviembre de 1962, cuando Kennedy ordenó a la marina norteamericana impedir el desembarco de armas atómicas soviéticas en la isla, Cuba jamás ha estado bloqueada. Salvo con Estados Unidos, ha podido comerciar libremente con todos los países del mundo, cuyos barcos y aviones nunca fueron entorpecidos por nadie para llegar a puertos cubanos a descargar mercaderías. Incluso el embargo norteamericano ha sido muy relativo, ya que los productos de los Estados Unidos, mientras pudo pagarlos, Cuba los obtenía a través de terceros, sobre todo México, Panamá y Canadá sin dificultad. El ex ministro de Hacienda cubano Manuel Sánchez Pérez ha contado cómo pudo obtener en su despacho de La habana, el mismo día en que por una revista se enteró de su existencia, una computadora norteamericana que encargó a través de una firma panameña.
El “bloqueo” es un mito fomentado por un régimen que pretende justificar de esa manera su fracaso. La pobreza crónica de Cuba no puede atribuirse a causas externas, como el mentado “bloqueo norteamericano,” sino al monumental fracaso del modelo económico comunista. La pobreza cubana debe buscarse en un inherente autobloqueo propio de un sistema económico desastroso y no en causas externas. Concretamente, el bloqueo que tiene el pueblo cubano es su paupérrimo nivel de ingresos.
En 1992, el congreso norteamericano aprobó la enmienda Torricelli, precisamente con el objeto de reforzar este embargo extendiendo la prohibición de comerciar con Cuba a las filiales de empresas norteamericanas en el extranjero. Pero aún en el caso de que esta disposición se cumpla –una posibilidad muy teórica- el régimen castrista podría seguir comprando lo que le haga falta en otros países. No lo hace por la simple razón de que no tiene con qué. Después de medio siglo de dictadura castro-comunista, Cuba es un país quebrado. Nadie compra ni vende nada. Nadie tiene un peso partido por la mitad. Así de simple.
Después de medio siglo de absoluto delirio por parte de un cínico senil que se cuenta entre los primeros millonarios del mundo mientras que el pueblo vive en condiciones lamentables e infrahumanas, Cuba ha sido reducida a una sombra de país, con un aparato productivo desintegrado por el dirigismo estatal, la burocracia y la corrupción, sin una sola industria que funcione, salvo la censura y la persecución. Pero esta desintegración de Cuba es aún más lamentable si se tiene en cuenta que el régimen se benefició durante casi tres décadas con subsidios y créditos (se estima entre cinco mil y diez mil millones de dólares cada año) de la Unión Soviética, una ayuda más elevada que la recibida por cualquier otro país del Tercer Mundo.
¿Y en qué se emplearon esos gigantescos recursos? En equipar al aparato militar más poderoso de América después del de Estados Unidos, en entrenar y financiar organizaciones terroristas, en guerras estúpidas e inútiles como las de Angola y Mozambique en la década del '70, en enormes proyectos agroindustriales sin la menor sustentación técnica que nadie se atrevía a objetar, y en mantener los altos niveles de vida de la runfla de obsecuentes que rodean al barbado y bárbaro dictador y lo mantienen en el poder.
Son estas “políticas” sumadas al asfixiante verticalismo y a la persecución sistemática de toda oposición; esto es, de toda forma de libertad individual, lo que han hecho de Cuba lo que es ahora. En eso consiste el verdadero bloqueo. En síntesis, el único bloqueo que hay en Cuba es el de Fidel Castro. Todo lo demás son cuentos chinos.
Lo que Cuba necesita, pues, no es que le permitan comerciar con Estados Unidos -¿con qué lo haría?- sino que Estados Unidos la subvencione y la ayude a salir adelante. Tiene que haber un nuevo Plan Marshall.
Para todos los que estamos convencidos de que toda dictadura –de izquierda o de derecha- es abominable, el mal absoluto de un pueblo, la mejor manera de demostrar solidaridad y compasión por el pueblo que la padece es ayudarlo, por todos los medios posibles, a acabar cuanto antes con ella. Es la manera de ayudar a los disidentes, a los opositores que se juegan la vida combatiéndola.

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