jueves, 1 de septiembre de 2011

Un gran día para la libertad

1989 se recuerda como el año de la caída del muro de Berlín. Aquel 9 de noviembre se anunció oficialmente que los alemanes del Este podrían pasar la frontera, incluyendo el muro, sin necesidad de permisos especiales, a partir de la medianoche. En seguida, se congregaron miles de alemanes de ambos lados del muro y, a la hora señalada, los berlineses del Este, a pie o en automóvil, comenzaron a pasar sin dificultades por los diversos puestos de control. Abundaron las escenas de emoción: abrazos de familiares y amigos que habían estado separados por mucho tiempo, crisis de llanto, rostros que reflejaban incredulidad, brindis, regalos de bienvenida a los visitantes, y se ponían flores en los parabrisas de los automóviles que cruzaban la frontera y en los rifles de los soldados de los puestos de vigilancia. Muchos de los visitantes se dirigieron a los barrios elegantes de Berlín Occidental para celebrar su recién adquirida libertad, mientras que otros prefirieron escalar el muro y, armados de picos y cinceles, comenzaron a hacer realidad su sueño de muchos años, el derrumbamiento del muro de Berlín.
El bloque oriental dominado por los soviéticos sostenía que este muro, levantado el 13 de agosto de 1961 tenía como fin proteger a la población de “elementos fascistas” que conspiraban en contra de la “voluntad popular” de construir un estado socialista en Alemania del Este. No obstante, la verdadera finalidad era prevenir la emigración masiva, especialmente de artistas y profesionales calificados, que marcó a Alemania del Este y todo el bloque comunista luego de la Segunda Guerra Mundial. El muro se extendía a lo largo de 45 kilómetros que dividían la ciudad de Berlín en dos, y 115 kilómetros que separaban la parte occidental de la ciudad del territorio de la República Democrática Alemana. Había nueve cruces fronterizos a través del muro que permitían el paso de los visitantes provenientes de Berlín Occidental y del personal militar. El más famoso fue el conocido como Checkpoint Charlie, destinado al paso del personal militar y extranjeros. El número exacto de personas que perdieron la vida en el intento de superar la implacable vigilancia de los guardias de la RDA cuando se dirigían al sector occidental no se conoce con exactitud y está sujeto a disputas. La fiscalía general de Berlín reporta que el saldo total es 270 personas. Además, unas 3.000 personas fueron detenidas. Durante toda su existencia, se contabilizaron un total de aproximadamente 5.000 fugas al sector occidental.
La caída del muro de Berlín es un acontecimiento histórico que no ocurrió espontáneamente, sino que tiene sus orígenes en innumerables hechos de la vida política alemana, así como de la política internacional. John Kennedy, que desde un primer momento se había manifestado en contra, repudió aquella nefasta frontera en la misma Berlín en junio de 1963 con su inmortal “Ich bin ein Berliner.” Por su parte, el 12 de junio de 1987, Ronald Reagan desafió públicamente al líder soviético Mijail Gorbachov frente a las puertas de Brandenburgo con un tajante “Secretario General Gorbachov, derribe este muro.”
Pero el primer eslabón de una serie de eventos tuvo lugar en agosto de 1989, cuando Hungría decide abrir su frontera con Austria. Para fines de setiembre, más de 13.000 “turistas” de Alemania Oriental, habían escapado a Austria a través de Hungría. Aquel fue el primer acto de apertura al mundo occidental. La respuesta del gobierno de Berlín, entonces, fue prohibir el paso a Hungría, pero eso sólo sirvió para que los alemanes que intentaban escapar se refugiaran en la embajada de Alemania Occidental en Checoslovaquia.
Para octubre de 1989, se veía que la revolución en Alemania Oriental era inevitable. Comenzó con las marchas a favor de la libertad en Leipzig. El 9 de octubre, el jefe del partido comunista, Erich Honecker, ordenó reprimir las manifestaciones, pero Egon Krenz, jefe de seguridad, lo convenció de que retirara la orden. Nada impidió que continuaran las manifestaciones, ahora por toda Alemania Oriental. Gorbachov fue una pieza clave para evitar el derramamiento de sangre. En su visita a Berlín el 7 de octubre, advirtió a los dirigentes que no contarían con el apoyo soviético si recurrían a la fuerza para evitar las manifestaciones. Once días después, Honecker fue despojado de todos sus cargos y lo sustituyó Egon Krenz.
El 27 de octubre, Krenz promulgó una amnistía para los refugiados invitándolos a regresar al país. Sin embargo, el 3 de noviembre, la RDA autorizó a sus ciudadanos a viajar nuevamente a Checoslovaquia, lo que fue aprovechado por varios miles de personas para refugiarse en la embajada de Alemania Occidental en Praga. El 7 de noviembre, ante los éxodos masivos y las constantes manifestaciones, renuncia todo el consejo de ministros, el organismo que regía los destinos de la RDA. Dos días después, la frontera que separaba a las dos Alemanias, al igual que el muro de Berlín, pierden todo su significado. Ya no era necesario pasar a través de otros países como Checoslovaquia o Hungría.
El resto de la historia se dio por añadidura. Muy pronto, las topadoras derribarían aquella abominación que dividió una ciudad, un país y un mundo. Finalmente, el 3 de octubre de 1990, las dos Alemanias se reunifican en la actual República Federal de Alemania.
La noche del 9 de noviembre, mientras los berlineses llevaban a cabo la “destrucción” del muro con todos los medios a su disposición (picos, martillos, etc.) el célebre violoncelista ruso Mstislav Rostropovich, que había tenido que exiliarse en Occidente, fue a tocar al pie del muro junto a las personas que lo demolían. Esta anécdota fue considerada muy significativa.
Durante el proceso de demolición del muro, el artista alemán Bodo Sperling propuso preservar un trozo del mismo con el fin de crear una galería de arte urbano al aire libre. Varias asociaciones de artistas apoyaron la idea y, finalmente, fue creada la East Side Gallery sobre una sección de aproximadamente 1.300 metros del muro. Más de 100 artistas de diversos países fueron invitados a pintar murales en homenaje a la libertad. Este resto del muro original se ha convertido en la galería de arte al aire libre más extensa del mundo. Nikita Kruschev nunca imaginó, sin duda, que tendría ese destino.
Como tampoco imaginó que el 21 de julio de 1990, Roger Waters realizaría el concierto The Wall Live en Potsdamer Platz, con la participación de Scorpions, Van Morrison, Marianne Faithfull, The Band, Cindy Lauper y otros, con el fin de apoyar a la fundación Memorial Fund for Disaster Relief creada para paliar los impactos de guerras o desastres naturales.
El libre albedrío es una condición irrenunciable del ser humano. Cuando un sistema político recurre a la opresión, la persecución o la coerción, estamos asistiendo a acciones aberrantes pues se refieren a la dominación de otros. Ningún país o sistema político tiene legitimidad alguna en imponer sus creencias o ideologías en maneras que violan el derecho de otras personas a elegir libremente. La libertad es el bien supremo del hombre, y no debe ser restringida. El muro de Berlín significó el imperio del totalitarismo, su pleno ejercicio y que cuando ello tiene lugar, la libertad individual se desvanece. Su memoria debería servir para ayudarnos a tomar conciencia de lo que significa cuando un hombre intenta imponer por la fuerza o el terror su ideología a otro hombre.
Esta es la historia de la caída del muro de Berlín. Un gran día para la libertad. No podía faltar en mi blog porque, en definitiva, la única historia que importa es la historia de la libertad.

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