viernes, 1 de octubre de 2010

Rosas y espinas

La página más negra de la historia nacional se llama Juan Manuel de Rosas. El mismo de la mazorca, de las matanzas sangrientas, de la represión y el exilio, de la infame divisa punzó, infame no por su significado sino por ser obligatorio su uso. El mismo que se burlaba de la democracia y de la razón. El que proscribía a sus opositores políticos y hasta sus rivales económicos. El que intervenía en la función judicial para adecuar las decisiones de sus magistrados a sus propios intereses. El que vivía a cuerpo de rey en Palermo mientras que el pueblo estaba sumido en la miseria y carecía de posibilidades reales de progreso. El que se rodeó de una corte de obsecuentes y hostigó a los que no querían serlo. El que postergó sin razón la organización nacional. El que fuera descripto con asombro científico por Darwin como un tardío señor feudal.
El país conoció la sangre de los amigos de la libertad, derramada por el tirano. Los que recordamos con admiración y agradecimiento los alzamientos de la década heroica de 1810, miramos sombríamente las décadas de 1830 y 1840 signadas por el terror y la opresión, por el atraso y la oscuridad nacional. Florencio Varela, el médico que hablaba siete idiomas, fue asesinado en Montevideo por los sicarios del régimen. Cesáreo Bernaldo de Quirós es un pintor argentino famoso por su retrato de las masacres rosistas. Igualmente fiel es la crónica de José Mármol. A pesar de su pobre lealtad histórica, el film "Camila" nos recuerda otra faceta del gobernador: su orden infanticida de proceder a la ejecución de una joven embarazada arrasando con las leyes vigentes, la moral básica y el sentido común. Al decir de Esteban Echeverría, el foco de la federación estaba en el matadero.
La Argentina tuvo muchos próceres. Algunos ofrendaron la vida o la libertad por sus ideales como Paz, Belgrano o Liniers. Otros como San Martín, Alberdi o Sarmiento optaron por el exilio antes que renunciar a la característica que los había definido toda su vida: la coherencia. Pero gente ha habido que ni asumió sus responsabilidades ni se fue con la cabeza alta. Por el contrario, huyó. Y este escapista se lució por elegir como meta de su fuga una de las más profundas democracias que jamás pudo conocer: Inglaterra. Ni la Rusia zarista ni la Alemania prusiana resultaron del agrado del restaurador. Me extraña, entonces, que no se haya ido a vivir a Estados Unidos. Parafraseando al Quijote, hipócritas veredes, Sancho.
El 3 de febrero de 1852 es el gran giro de bisagra de la historia. Urquiza derrota al tirano en Caseros. El país sale de su letargo y se encamina hacia la organización definitiva. Atrás quedaba la noche de la tiranía rosista. Adelante, la historia de una nación en busca de su luz, su razón de ser y su libertad.

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